EL FRAUDE DE LA CELULOSA

domingo, 28 de agosto de 2016

Capítulo 2.7

URUGUAY NO SE PARECE A FINLANDIA


El paralelismo entre Uruguay y Finlandia, sugerido a menudo por la
propaganda oficial, silencia aspectos clave; ni el ecosistema, ni las
políticas de distribución de la tierra, ni el modelo de desarrollo 

forestal de ambos países tienen puntos de comparación.

Los finlandeses conocen sin duda de bosques: su territorio forma parte de
la región cubierta por el Bosque Boreal o Taiga, como se llama al bosque
siberiano que se encuentra en el Hemisferio Norte, entre las latitudes 50º y
60º Norte, donde los inviernos son largos y fríos.

El Bosque Boreal es relativamente homogéneo: su forma de vida característica
es la conífera, sobre todo abetos (Abies), pinabetes (Picea) y pinos (Pinus).
Y los líquenes y musgos también son un componente importante. En toda
la región se encuentran pantanos donde puede encontrarse
Sphagnum, juncias, orquídeas y brezos.

Los suelos propios de esta zona, los podzoles, son muy ácidos, con un
horizonte superficial orgánico, negro. Las bajas temperaturas inhiben la
acción bacteriana y de los hongos, la tasa de descomposición es lenta y la
capa de hojarasca bastante profunda. La precipitación se distribuye durante
todo el año, con una gran acumulación de nieve en el invierno.

Virtualmente no hay arbustos ni hierbas, ya que los árboles no permiten la
entrada de la luz solar; pero cuando llega luz estos niveles se desarrollan
bien. La cubierta del terreno está dominada por musgos y líquenes. Las
etapas tempranas de sucesión presentan árboles y arbustos de hojas
caducas, que persisten a lo largo de las corrientes de agua.

La diversidad de las especies es considerablemente menor que en los
bosques templados de hojas caducas. Algunos bosques boreales presentan
apenas de una a tres especies dominantes de árboles, aún en los lugares
más altamente desarrollados y productivos. La diversidad de coníferas,
especialmente Pinaceae, es sustancial en toda la zona.

Por poseer un clima más extremo y suelos no apropiados para la agricultura,
esta zona ha sido relativamente poco afectada por los humanos. La
principal fuente de destrucción es la actividad maderera, que ha sido extensa
en el Sur, pero los bosques han permanecido más o menos intactos
en grandes áreas del Norte, tanto en América como en Asia.

Bosques finlandeses

Con 338.000 kilómetros cuadrados de superficie y 5,3 millones de
habitantes, Finlandia tiene una densidad de población (15,5 hab. por km2)
semejante a la de Uruguay, pero su distribución es muy diferente. Si se
resta el 10 por ciento que corresponde a lagos y cursos de agua, el 86 por
ciento del territorio finlandés está cubierto por árboles de coníferas.

En 2003, las tierras forestadas sumaban en total 26.319.000 hectáreas, cuya
titularidad se repartía de la siguiente manera: 52,4 por ciento pertenecían
a propietarios individuales; 34,7 por ciento al Estado y 7,8 por ciento a
empresas privadas. Llama la atención la gran cantidad de propietarios
individuales de tierra y el área que ocupan.

En cuanto al tamaño de los predios rurales, de un total de 69.517 parcelas
en 2005, el 96 por ciento eran inferiores a 100 hectáreas. Cerca de un
millón de titulares individuales, familiares y asociados, casi uno cada cinco
habitantes, poseen la mitad de los bosques finlandeses. Estos pasan de
una generación a otra y por eso hablan de “silvicultura familiar”.

El lema oficial “bosques finlandeses, propiedad de finlandeses” sintetiza
esta realidad, fruto de la peculiar historia del país, que atravesó dos guerras
mundiales, varias ocupaciones militares, tres reformas agrarias y diversos
regímenes de tenencia de la tierra. Es un aspecto imposible de ignorar
a la hora de intentar comparaciones.

En este sentido la historia uruguaya es muy diferente. Tras la derrota de la
reforma agraria artiguista, a fines del siglo XIX se consolidó el latifundio. Un
siglo después, gracias a la aplicación de una ley forestal ideada para
fomentar la instalación en el país de grupos económicos trasnacionales, la
concentración y extranjerización de la propiedad de la tierra ha adquirido
niveles sin precedentes y sigue creciendo.

El desarrollo forestal


A pesar del uso extensivo de sus bosques y plantaciones, la silvicultura
finlandesa se basa en especies de árboles nativos. No se han introducido
especies exóticas y la reforestación es realizada por medios naturales en su
mayor parte. De acuerdo con fuentes oficiales, sólo un 25 por ciento de los
bosques finlandeses ha sido reforestado con plantines y semillas.

O sea que en Finlandia no se conocen las plantaciones del eucalipto de
origen australiano. “El objetivo (del uso de árboles nativos) es asegurar la
producción de materia prima de alta calidad y, al mismo tiempo, mantener
la diversidad biológica en los bosques finlandeses y condiciones adecuadas
para diferentes usos del bosque”
, explica el gobierno.

Los ciudadanos finlandeses pueden acceder libremente a los campos y
bosques, y recoger bayas y hongos, en forma independiente de los derechos
del titular del terreno. Este derecho tradicional, conocido como “derecho
de cada uno”
, es parte de la identidad nacional y ha contribuido a
desarrollar actitudes en favor de la conservación de la naturaleza.

No obstante, los pueblos indígenas de la región, los sami, han tenido
que luchar solos para conservar su modo de vida tradicional y detener la
explotación de madera en los bosques donde mantienen a sus rebaños de
renos. La mayor parte de la madera extraída de áreas de los sami por la
empresa Metsähallitus va para las plantas de celulosa de Stora Enso.

Para prevenir la contaminación del agua, en Finlandia está prohibido el
uso de productos químicos en las cuencas de acuíferos subterráneos y se
establecen franjas de protección en las márgenes de lagos, vertientes y
cursos de agua. El uso de agrotóxicos en la agricultura es moderado y la
agricultura orgánica ocupa un 7% de los terrenos agrícolas del país.

Por último, habiendo sufrido severas restricciones en varios momentos del
pasado, Finlandia no descuida la seguridad alimentaria. Los porcentajes
de producción nacional en 2005 respecto al consumo eran: 102 por ciento
cereales; 106 por ciento lácteos líquidos; 129 por ciento lácteos grasos;
119 por ciento huevos, 116 por ciento carne de cerdo, 89 por ciento
carne de vaca y 78 por ciento azúcar.

Contaminación industrial

La silvicultura y la producción forestal finlandesa representan el 8% del PBI
y los productos forestales un 30% de las exportaciones del país. En Finlandia
se reconoce que éste es el sector con mayor impacto ambiental y destacan
que las emisiones actuales de cloro de las plantas de celulosa y de
papel son un décimo de lo que eran a principios de 1990.

“Observando las gráficas de calidad del agua, hay una mejoría de 1982
hasta 2004, pero la contaminación en áreas cercanas a las fábricas continúa”
,
constató Ricardo Carrere en una visita a Finlandia (1) . “El aire también
mejoró entre 1989 y 2004, aunque persisten importantes emisiones de
dióxido de azufre y de compuestos sulfurosos olorosos”
, agrega.

Pero esta reducción no se produjo de manera espontánea. Fueron las luchas
ambientalistas de la década del 80 y principios de los 90 las que finalmente
obligaron a la industria a limitar sus emisiones y efluentes contaminantes.
“Sin esa presión desde abajo, la legislación nacional no habría sido 
efectiva”, afirma Esa Konttinen (2), un estudioso del tema.

En la última década, empresas forestales finlandesas o con sede en
Finlandia registraron un proceso de concentración e internacionalización.
Estas firmas expandieron sus operaciones a Europa y otros continentes, a
la vez que se asociaron y fusionaron con nuevos inversores y grupos del
mercado mundial, convirtiéndose así en empresas trasnacionales.

En junio de 2005, cuatro empresas del sector informaron que invertían en
América del Sur, China y en India, y que no instalarían nuevas fábricas en
Finlandia o Europa. No se considera a Sudamérica como un mercado
importante de consumo de papel pero sí en tanto zona de producción
de pulpa para la exportación.

Colonialismo depredador

Ni el concepto de silvicultura aplicado hoy en Uruguay, ni las políticas
forestales recomendadas por los ‘expertos’ de las instituciones financieras
internacionales, ni la estrategia de explotación de las empresas
trasnacionales del sector, se corresponden con la preservación
y la sustentabilidad ambiental.

Los enormes latifundios de monocultivos con especies exóticas como el
eucalipto y el pino, tratados con productos químicos que eliminan numerosas
especies del ecosistema natural, con métodos y maquinarias que afectan
además al suelo y las fuentes de agua originarias, son la expresión
lisa y llana de un nuevo tipo de saqueo colonial depredador.

Con lo que nos toca lidiar aquí en Uruguay no es con Finlandia como país,
 ni con su sociedad, sino con empresas trasnacionales de origen finlandés
que, como cualesquiera otras, se rigen por reglas muy definidas y claras
dictadas por la globalización económica capitalista en curso.

Es claro también que, como estas empresas pagan impuestos y hacen
aportes en sus países de origen, sus gobiernos las respaldan decididamente.
Las posiciones del gobierno finlandés siguen la regla: defiende a Botnia
siempre que puede y, cuando no le conviene hacerlo, alega que es una
empresa privada y que no interfiere en sus decisiones.

Pero, ¿qué tal si nuestra política forestal se guiara por el principio de proteger
la biodiversidad y el ecosistema natural del país?, ¿si se prohibieran los
monocultivos con transgénicos y especies exóticas?, ¿si se fijaran límites
máximos a las áreas de plantación? ¿Qué tal si se redujeran al mínimo
los agrotóxicos y se exigieran las normas de uso?

Para algunos, éstas parecen ser medidas radicales pero, al fin y al cabo,
desde otro ángulo, no sería más que imitar algunas cosas buenas ya
experimentadas por el pueblo finlandés. ¿Qué tal si fuéramos un poco
más finlandeses y un poco menos uruguayos?

(1) “Tras la huella de la celulosa en Finlandia. La otra cara de la moneda”, por Ricardo
Carrere, Grupo Guayubira, Montevideo, junio de 2005.

(2) Citado por Carrere: Konttinen, Esa & Jarmo Kortelainen (2001). “What were the
factors that forced pulp and paper mills in Finland to stop polluting the lakes and
rivers”.

Capítulo 2.6

GRANJEROS DE COLONIA FRENTE A ENCE


La decisión de Ence de trasladar su planta de celulosa para Conchillas
generó alarma entre los productores de Colonia, que propusieron
suspender la forestación en el departamento hasta la definición de una
reglamentación que limite sus efectos más problemáticos.


Con sensaciones fuertes y contrapuestas, desde la euforia hasta la desolación,
el pequeño y apacible pueblo de Conchillas recibió a comienzos de 2007 los
primeros efectos de haber sido elegido por la empresa española Ence para la
instalación de una planta de celulosa. Técnicos y asesores de Ence, políticos,
empresarios y periodistas, entre otros elementos foráneos, comenzaron a
bombardear a los lugareños con propuestas y preguntas que les hacían ver
que su forma de vida habitual experimentaría un cambio radical.

Conchillas fue fundado a fines del siglo XIX por la empresa inglesa Walker
& Co. con el fin de extraer arena y granito para la construcción del puerto de
Buenos Aires. La zona vivió un auge al abrirse en 1911 la Casa Evans, de
exportación e importación, que tuvo zona franca y barco: La flor del Uruguay.
Pero tras la crisis del imperio británico, todo fue vendido en 1951 a estancieros
uruguayos, quienes vendieron a su vez las viviendas a sus arrendatarios y
estos siguen siendo mayoría entre los 700 habitantes del poblado actual.

”El pueblo está en ebullición”, dijo un joven integrante de la Comisión de
Fomento que, sin esconder su orgullo, se sentía responsable por la suerte
de Conchillas y anticipó que iría a Fray Bentos a conocer la experiencia y ver
qué medidas se podrían tomar (sic). En su mayor parte, los pobladores sintieron
que les ‘cayó del cielo’ la oportunidad de revivir ese pasado de esplendor y,
según relatos recogidos en el pueblo, especulaban con los dólares que
obtendrían por la venta o alquiler de su propiedad a los ricos extranjeros.

En el otro extremo del espectro, con dudas y objeciones al proyecto de Ence,
estaban los productores de los alrededores del pueblo e incluso de más lejos,
dedicados a la ganadería y la agricultura tradicionales, así como a la quesería
artesanal, la apicultura y la producción orgánica características de Colonia.
Las inquietudes de este sector estaban centradas en dos aspectos, el probable
aumento de la forestación en el departamento por la cercanía de la planta
de celulosa y la vía de acceso de los camiones cargados con troncos.

Las dudas y expectativas se manifestaban en las reuniones organizadas
por representantes de Ence para explicar su propuesta. Mientras algunos
asistentes señalaban inconsistencias en la presentación o hacían preguntas
evidenciando su desconfianza, otros sostenían que “no hay que poner palos
en la rueda”. En algunas ocasiones, la tensión se descargaba con un
cerrado aplauso que coronaba una intervención de aprobación al proyecto.

Un vacío legal

La alarma entre los productores colonienses se desató ante el anuncio de
Ence, las fuertes ofertas de compra de tierras y al ver que no hay norma que
impida una forestación en gran escala en el departamento. El reglamento
de las evaluaciones de impacto ambiental, con la modificación de setiembre
de 2005, dispuso el requisito de Autorización Ambiental Previa (AAP) para
proyectos de más de 100 hectáreas. La posibilidad de que se llegue a forestar
una gran extensión sumando terrenos menores no requería una AAP.

”Por una cuestión de proximidad, se cae de maduro que van a querer forestar 
acá”, dijo Oscar Díaz, productor de Tarariras. Y relató que un ingeniero
español, ante una pregunta suya, afirmó: “Si no quiere quedarse rodeado
de eucaliptos, haga un buen negocio con la empresa y vaya adonde quiera”
.
Díaz contestó: “¿Qué hago con los dólares, si no tengo donde trabajar? Yo 
soy quesero artesanal, en Colonia tengo el intermediario, la conexión con
Montevideo, tengo todo. ¿A dónde me voy a ir? ¿A Tacuarembó?”


El proyecto presentado por Ence a la Dinama afirmaba que la madera
para la planta de Conchillas provendría del Este y del Litoral Oeste con un
‘foricentro’ en Colonia. Ence no necesitaba comprar más tierras sino,
como es usual en estos casos, contrata a productores locales, a los que
ofrece el servicio completo: desde los plantines, la siembra y el cuidado,
hasta la cosecha. Los propietarios de los terrenos seguirán siendo los
mismos de antes, pero de hecho se trata de una gran plantación
manejada por Ence.

Los productores preocupados iniciaron varias gestiones ante autoridades
ambientales del gobierno y la Dirección General Forestal (DGF). En una
reunión realizada en la Sociedad Agropecuaria de Tarariras, entre productores
y el director de la DGF, Andrés Berterreche, hubo un duro debate. Berterreche
opinó que “lo de la forestación en Colonia y el aumento del precio de la tierra 
es un mito” y que el aumento del precio de los campos en la zona se debía
más a los proyectos de soja y a emprendimientos turísticos o logísticos.

En Colonia había unas 7.000 hectáreas forestadas, en su mayoría de Fanapel,
anteriores a la Ley Forestal, y algunas plantaciones recientes. El cultivo de
soja en el departamento pasó de 254 hectáreas en el Censo de 2000 a 27.500
en 2005-06. Algunos productores acusaban perjuicios por los agrotóxicos de
la soja, otros no, pero donde había consenso era en el impacto de la forestación
sobre el agua. A la reunión de Tarariras concurrieron productores de Soriano
que desde hacía años estaban recibiendo el agua en camiones
cisterna de la intendencia.

El director de la DGF admitió que “hay que cambiar la reglamentación,
no tanto por Colonia, sino por Canelones y la zona de chacras alrededor de
las capitales departamentales”. Y agregó: “Además de las 100 hectáreas,
habría que establecer un porcentaje del total del predio, si supera una cifra
deberá solicitar AAP”. Para Berterreche, toda la agropecuaria debería tener
AAP, pero esto no se encuentra a estudio del ministerio.

Muchos productores de Colonia no se tranquilizaron con estas declaraciones
y respondían: “Por favor, apúrense a hacer la reforma, porque esto se 
nos viene encima”.

Parar la mano

Al final de la reunión en Tarariras, productores de otros departamentos,
representantes de organizaciones sociales, empresarios, trabajadores y vecinos
de la zona, apoyaron por unanimidad una moción presentada por el Movimiento
de Productores de Colonia, por la cual se reclamó al Gobierno Nacional, la
inmediata suspensión del monocultivo forestal. “Esto fue fundamentado con 
pruebas del daño que (la forestación) está provocando a la producción de 
alimentos y a los cursos hídricos”, decía el texto aprobado.

Paralelamente, en los días siguientes fue presentado en la Junta Departamental,
por el edil Sergio Bertón, del Partido Colorado, los ediles Richard Cáceres,
Gustavo Viola, Waldemar Fernández y Fredis Antúnez del Partido Nacional,
y Héctor Fripp, edil suplente del Frente Amplio, un proyecto de decreto. Allí se
proponía una suspensión transitoria de las autorizaciones de plantaciones
forestales con fines comerciales en superficies mayores de dos mil
quinientos metros cuadrados y menores de cien hectáreas.

”Queremos ver qué podemos cambiar en Colonia, pero el ‘nicho legal’ que 
tenemos es sólo de cien hectáreas para abajo, para arriba los evalúa la Dinama. 
Frente a una falta de legislación, porque Colonia no la tiene, proponemos
suspender transitoriamente las autorizaciones de forestación por 180 días y

trabajar en ese tiempo para legislar”, señaló Bertón. El director de la DGF
cuestionó el sustento legal de la propuesta realizada en el departamento
y dijo que, de ser aprobada, sería de muy difícil control.

En ese momento, el Intendente de Colonia, Walter Zimmer, del Partido Nacional,
manifestó su apoyo al planteo de los productores e incluso planteó que la
suspensión de la forestación en el departamento debería prolongarse
hasta la aprobación de la nueva Ley de Ordenamiento Territorial,
que se encontraba a consideración del Parlamento.

Los productores lograron apoyos en otros sectores de la sociedad local
que, en el contexto nacional, se caracteriza por una mayor homogeneidad en
términos socio-económicos y educativos e inclusive de conciencia ambiental.
Sin embargo, el movimiento ambientalista coloniense, que llegó a contar
con un grupo en cada localidad y experiencias pioneras de clasificación de
residuos domiciliarios, se encontraba en 2007 bastante desarmado.

La Iglesia Valdense, de importante peso en Colonia, no se mantuvo al margen.
El Sínodo, máxima autoridad de la iglesia, declaró en febrero de ese año que
“es imprescindible poner en el centro de la discusión los verdaderos problemas
de los que somos parte: la extensión de los monocultivos, la deforestación 
indiscriminada, el uso de transgénicos y agrotóxicos, la extranjerización de la 
 tierra, que no queden ocultos detrás de falsos enfrentamientos por conflictos 
que son apenas expresión de problemáticas mucho más graves”.

Capítulo 2.5

POLÍTICA FORESTAL: UNA LAVADA DE CARA


La aprobación de los primeros proyectos de forestación en gran escala de
la empresa sueco-finlandesa Stora Enso en Uruguay reveló las limitaciones
de los cambios introducidos por el gobierno del Frente Amplio en la
normativa ambiental y sus sombrías perspectivas.


La autorización de dos proyectos de forestación de Stora Enso en el
departamento de Durazno se inscribió en el Decreto 349/05 de actualización
del reglamento de las evaluaciones de impacto ambiental, aprobado
el 21 de setiembre de 2005, que estableció el requisito de autorización
ambiental previa (AAP) para las “nuevas plantaciones forestales de más 
de 100 (cien) hectáreas en un establecimiento o unidad de producción”.

Según esta norma, los proyectos deben ser evaluados por su posible
impacto, lo que determina si es necesario hacer un estudio de impacto
ambiental (EIA) previo. La categoría A se asigna a los proyectos con “impactos
ambientales negativos no significativos, dentro de lo tolerado y previsto por 

las normas vigentes” y no requiere EIA. Los proyectos de clase B (de impactos
“significativos moderados”) deben hacer un EIA sectorial, y por último los
de clase C (impactos “negativos significativos”) un EIA completo.

Paralelamente, se eliminaron los subsidios directos a la forestación y
la disposición que concedía esta prioridad a los “suelos accesorios”, así
llamados por estar en predios donde más del 60% del área era de prioridad
forestal. Sin embargo, la reforma tributaria aprobada en julio de 2007 restableció
los subsidios al sector forestal y mantuvo inalterada la exoneración
de todo tipo de impuestos a las plantaciones.

El decreto 191/06 del 16 de junio de 2006 y su complementario del 10 de
julio sacaron la ‘prioridad forestal’ a suelos del litoral con potencial agrícola
ganadero, costas arenosas y márgenes de ríos y otras áreas, totalizando
una reducción de unas 300.000 ha. A la vez, se asignó prioridad forestal
condicionada a suelos en donde la forestación se combine con actividad
agrícola ganadera, un modelo defendido por la Dirección General Forestal
del gobierno de Tabaré Vázquez. Con estos proyectos el área de prioridad
forestal aumentaría en unas 800.000 hectáreas.

Para los sectores críticos de los monocultivos de árboles, esta
reclasificación de los suelos de prioridad forestal significó en realidad un
aumento de 500.000 ha. a las 3,5 millones de hectáreas ya habilitadas para
acogerse a los incentivos de la ley. El gobierno, en cambio, decía que lo
“estrictamente prioritario” se redujo y que lo importante era el tipo de
suelos que se sacó y que se agregó, no la superficie total.

La definición de las áreas de ‘prioridad forestal’ acompañó la ley 15.939
para estimular estas explotaciones y se justificó en que eran suelos “de
baja productividad y menores alternativas de uso”
. La aptitud forestal del
país es obviamente mayor y la rentabilidad de la inversión era tan grande
que, al no existir una norma que regulara todo el territorio, las plantaciones
desbordaron cómodamente las zonas de prioridad forestal.

Solicitud de forestación

A comienzos de 2006, por intermedio de Derflin S.A., la multinacional
Stora Enso presentó a la Dirección General Forestal (DGF) sendos proyectos
de forestación en los establecimientos Las Tías y La Teja, de su propiedad,
al norte del departamento de Durazno. Por afectar más de 100 hectáreas
–1.217 y 5.757 hectáreas, respectivamente–, fueron presentados también
a la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama).

Los emprendimientos se enmarcan, según Stora Enso, en el proyecto
planificado por la empresa para la región centro-este de Uruguay, cuyo
objetivo es abastecer a una fábrica de celulosa que se establecería a orillas
del Río Negro y para lo cual deberá contar con 100.000 ha forestadas en
plantaciones propias y otras implantadas o por implantar a la menor distancia
posible.

En la DGF, la Regional Norte solicitó un replanteo del uso de los suelos G03.11
(tierras bajas de drenaje pobre con monte ribereño), por no ser de prioridad
forestal y el posible impacto negativo para su ecosistema, pero la empresa
resolvió eliminarlos del plan, ya que ocupaban un área menor. Superado este
aspecto, la DGF aprobó los proyectos y se limitó a fijar las áreas de “bosque 
de rendimiento” y de “bosque general”, según lo definido
por la ley Forestal.

Ante la Dinama, Stora Enso argumentó que la erosión y compactación del
suelo, la contaminación por insecticidas y herbicidas y la modificación del
paisaje podían ser impactos negativos, pero de poca significación. Y como
efectos positivos incluyó la protección del suelo y del ganado, la conservación
de la biodiversidad, la generación de empleo y el fomento a la radicación
de familias en la zona, sin presentar ninguna prueba que lo demostrase.

La Dinama pidió explicaciones sobre aspectos no desarrollados del
proyecto, como el impacto sobre los recursos hídricos. La empresa respondió
que “no dispone de información que haga pensar en un impacto negativo de 
las plantaciones sobre los recursos hídricos” y la autoridad ambiental se dio
por satisfecha, sin hacer ningún comentario al respecto.

Dado que la solicitud enmarcaba ambas forestaciones dentro de un proyecto
de mayor escala de la empresa en esa zona, la Dinama solicitó asimismo
la presentación de un informe sobre los posibles impactos asociados del
proyecto en su totalidad. Stora Enso respondió que las plantaciones “son y
serán manejadas como unidades independientes”. Con tal respuesta la Dinama
también se dio por satisfecha y quedó zanjado el problema.

Firmeza o trivialización

En menos de tres meses, el 26 de junio, la Dinama emitió dos conclusiones
iguales y simultáneas sobre los proyectos sugiriendo que se les adjudicase
la Categoría A eximiéndolos de EIA. En una sincronización perfecta,
el mismo día que la Dinama aprobó el informe de sus técnicos el ministro
firmó la Autorización Ambiental Previa (AAP).

A pesar de afirmar que la información de la empresa “carece de datos
básicos que permitan evaluar el proyecto con la profundidad adecuada”
y
que no contó “con la información necesaria para realizar una adecuada
clasificación del proyecto propuesto”
, los técnicos de la Dinama propusieron
asignarle la Categoría A supeditándolo al cumplimiento de unas condiciones
que fueron aceptadas por la empresa Derflin.

Las autoridades oficiales trataron no obstante de dar una imagen de firmeza
ante la empresa. “El ministro Mariano Arana informó que puso determinadas
condiciones a la empresa extranjera Stora Enso para su instalación en el 

departamento de Durazno”, publicó el diario La República pocos días
después. El matutino agregó que Arana garantizó que controlará los
procedimientos en materia ambiental con los inspectores del ministerio.

Para el director de la DGF, Andrés Berterreche, “la más determinante
(diferencia con respecto a gobiernos anteriores) es la prohibición de plantación
de determinados suelos, preservando así zonas de alto valor estratégico a

nivel más micro pero no menor”. “Cuando una empresa ‘desiste’ es por algo
más que un simple obstáculo o la ampliación de los requerimientos”, acotó.

El técnico forestal Ricardo Carrere, del Grupo Guayubira, se declaró
decepcionado por la decisión oficial. Carrere consideró que “la aprobación
del proyecto de Stora Enso implica una burla al espíritu del nuevo reglamento.
Por el simple mecanismo de considerar que las plantaciones ‘no
presentarían impactos ambientales negativos’ se las exime de una evaluación
de impacto. Es decir, que algo cambió para que todo quedara igual.”


Para el investigador de CIEDUR Carlos Pérez Arrarte, haber adjudicado la categoría
A a la forestación de Stora Enso “muestra que van a trivializar totalmente la
nueva disposición de requerir Autorización Ambiental Previa a los proyectos 
forestales de más de 100 hectáreas y que lo planteado es meramente
un aspecto cosmético pero no hay la menor voluntad política de
hacer nada”.


Pérez advirtió que “el único propósito declarado para otorgar la AAP es
exigir que los montes se planten en suelos de prioridad forestal, pero esto
no ha sido incluido en ninguna normativa obligatoria y, ante cualquier cambio
de jerarcas (director de Dinama o de la DGF), puede dejar de tener
vigencia inmediatamente.”


El eslabón más débil

Además de las disposiciones legales y normativas y de la voluntad para
aplicarlas, un componente fundamental para la definición de las políticas y
las conductas de los actores, en ésta como en cualquier otra actividad, es la
disponibilidad y acceso a información confiable sobre los verdaderos impactos
sociales y ambientales de la forestación.

“Llama poderosamente la atención que la Dinama afirme que la forestación
a lo sumo pueda tener impactos nulos o mínimos, cuando está documentado
que sus impactos son graves. La Dinama ignora incluso el reciente estudio 

científico de la Facultad de Ciencias –que fue difundido por toda la prensa 
uruguaya– que entre otros aspectos demuestra que la forestación
impacta sobre el agua”
, comentó el integrante de Guayubira.

Berterreche afirmó por su parte que “sobre el agua se están realizando
estudios para cuantificar el problema”
, mientras tomaban medidas
precautorias como la de prohibir la plantación en suelos de bajos. Y puso
como ejemplo de estos estudios los trabajos del Instituto de Mecánica de
los Fluidos e Ingeniería Ambiental (IMFIA) de la Facultad de Ingeniería y
Agrimensura.

Para el investigador Pérez el problema es más amplio, “se continúa
tratando el tema como en los años 60, definiendo la prioridad forestal por
un aptitud que sólo considera el suelo y no el conjunto de elementos esenciales
del ecosistema (agua, biodiversidad, patrimonio cultural, etc.). La ‘prioridad 

forestal’ es una definición política, sin base técnica mínima y sin
una participación de todos los sectores interesados”
.

El profesor Luís Vieira, investigador del IMFIA, expresó dudas sobre el
impacto de la forestación en suelo uruguayo. Sus estudios en la cuenca del
Río Negro aguas arriba de Rincón del Bonete tenían diferencias con otros
trabajos similares, pero los impactos registrados significativos y reafirmaban
la necesidad de un estudio sistemático.

“Todo lo que hemos hecho ha sido con esfuerzo propio, concursando
por fondos de 10 y 40 mil dólares que no duran más de dos años”
, explicó
Vieira. En realidad, estudios de dos años no son suficientes para analizar
cultivos con un ciclo de vida de 15 años. “Para tener indicadores que permitan
efectuar correcciones y definir políticas –confirmó– se necesitan recursos,
trabajo sistemático y una red de monitoreo a nivel nacional”
.

A pesar de su importancia para el país, estos requisitos están lejos de
ser aplicados, no sólo por falta de recursos, sino porque tampoco se aprovechan
los existentes. En la Universidad no existe una coordinación de los
centros que están estudiando este problema y afuera tampoco. Sin una
base de conocimiento adecuada, el país se condena a esperar el desenlace
de los hechos. Ser optimista en tales condiciones es más que ingenuo.

Chacritas del subdesarrollo


Cuando preguntamos a un investigador por qué no existía una coordinación
entre los distintos centros universitarios que están analizando los impactos
de la forestación en el país, se produjo un largo y sonoro silencio. Es obvio
que esa coordinación impediría malgastar los escasos recursos que se
disponen y es obvio, también, que esta carenciaresponde a causas
internas de la institución.

A este problema deben agregarse los efectos de la censura política,
que se expresa en las reacciones bastante agresivas que suscita la divulgación
de un estudio científico cuando sus resultados no concuerdan
con las conveniencias partidarias o gubernamentales. Y aquí debe
incluirse la autocensura de los científicos: hay estudios científicos universitarios
cuya divulgación pública está suspendida o demorada porque
los propios autores evaluaron que “no es el momento propicio”
para darlos a conocer.

Otra estrategia frecuente es apelar a falsas contraposiciones –desarrollo
o medio ambiente, etc.– que impiden hablar de los problemas de
fondo. Discusiones que, en definitiva, no son más que un reflejo de
nuestra condición de subdesarrollo.

Capítulo 2.4

LA SALIDA DE ENCE DE FRAY BENTOS


Se hicieron muchas especulaciones sobre los motivos que llevaron a Ence
a abandonar su proyecto de planta de celulosa en Fray Bentos, pero pocos
tomaron en cuenta que sus plantaciones se hicieron con un tipo de
eucalipto que no cumplió con las expectativas de la empresa.


En octubre de 2006 salieron a la luz opiniones (1) que indicaron que la decisión
de Ence de no seguir adelante con la construcción de la fábrica de celulosa
en Fray Bentos no respondía sólo a circunstancias como el cambio de
dirección de la empresa o el peso de las presiones del gobierno argentino,
sino a desarrollos internos del emprendimiento en Uruguay que
inviabilizaron por sí mismos la planta de M’Bopicuá.

La razón del artillero

Ninguna industria y menos una de gran porte se desarrolla sin tener asegurado
un proveedor de sus insumos básicos, controlable e independiente. Lo que
se advierte, y no recién ahora, es que Ence no tenía asegurada la provisión
de materia prima para su planta de celulosa y que esto fue determinado por la
especie de árbol elegida para sus plantaciones.

Originario de Australia, el eucalipto es muy cotizado en la industria mundial
de la madera. En particular, el eucalipto “blanco” (E.globulus) es muy requerido
para producir celulosa por su rendimiento y su fibra corta. Esta especie se adaptó
bien a la zona de influencia de la costa marítima y del Río de la Plata. En otras
regiones, en cambio, se utilizó históricamente el eucalipto “colorado” y es
introducido luego en las plantaciones de E.grandis.

La ventaja competitiva del E.globulus es que una tonelada de celulosa
se logra con unos 3 metros cúbicos (m3) de madera, mientras que
con el E.grandis se requieren 4 m3. En la década de los 90, en el auge de
la forestación en el país, estimulado por la Ley 15.939 de 1987, prácticamente
el 100% de las plantaciones para producir celulosa se hacen con E.globulus.
En 2003 era la especie forestal dominante, ocupando más de 200 mil
hectáreas (Dirección General Forestal, DGF, 2004). En todas sus tierras
del litoral oeste del país, Eufores plantó solamente E.globulus.

Sin embargo, ya desde entonces hubo críticas por haber generalizado
la viabilidad de esta especie en todo el país y comenzaron los problemas
que indicaban dificultades de adaptación a zonas con escasa influencia
marítima y su susceptibilidad a enfermedades y plagas, asociadas a su vez
al estrés por falta de agua. Es un hecho que las investigaciones corrieron de
atrás el ascenso exponencial de las plantaciones.

José Krall, director de una estación experimental de la Facultad de Agronomía,
en Cerro Largo, advirtió a principios de los 90 que las plantaciones
fuera de las regiones de influencia marítima estaban condenadas al fracaso
porque luego de una etapa inicial favorable, se estancarían, sufrirían un
gran “estrés hídrico” y serían víctimas de un conjunto de enfermedades y
plagas que reducirían notablemente su rendimiento.

”Ese pronóstico resultó notablemente acertado. El incremento medio
anual (IMA) de producción de madera previsto en los proyectos y
los presupuestos, de 20 a 30 m3/ha/año, se convirtieron en 5 a 8 m3/ha/
año. Incluso las proyecciones oficiales de cosechas fueron hasta el año
pasado notablemente optimistas. Esto arruinó a empresas y fondos de
inversión en esas regiones”
, explicó Carlos Pérez Arrarte, investigador
del CIEDUR.

El síndrome del avestruz

Todo un símbolo, el Primer Simposio Iberoamericano de Eucalyptus
globulus tuvo lugar en Montevideo en octubre de 2003. Luego de escuchar
las ponencias presentadas, el doctor Evan Shield, reconocido consultor
internacional, quien fuera asesor del Proyecto Regional de Alternativas
para la Inversión Forestal (PRAIF), elaborado y ejecutado por la Dirección
General Forestal (DGF) de Uruguay y la OEA, no pudo menos
que escribir (2) :

”Creo que el rol de un amigo requiere, aunque sea de vez en cuando,
de una expresión de sinceridad”
. Luego de un largo análisis, dijo
que: “La dependencia exclusiva de una base genética estrecha como ser
la procedencia Jeeralang, conducirá a un alto riesgo biótico, ampliamente
ilustrado en el simposio por la larga lista de plagas y enfermedades
citadas para E.globulus en Uruguay –probablemente en parte debido
a la falta de vigor.”


Para Evans “los productores forestales en Uruguay difícilmente logren
cultivar plantaciones para pulpa en forma competitiva internacionalmente
en base al E.globulus”,
agregó que la especie “carece de la ‘plasticidad’
necesaria para demostrar una adaptación a las diferentes condiciones
de sitio del país”
y que los errores se debieron a “la extrapolación de
las tasas de crecimiento de los primeros años a toda la rotación sin 

evidencia sólida”.

Cuando las plantaciones han completado un ciclo, las investigaciones
del Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIA) lo corroboran:
“Esta baja productividad está explicada principalmente por la baja
sobrevivencia, la cual a su vez probablemente se deba a la falta de adaptación 
al clima continental (particularmente a las altas temperaturas) y a la 
susceptibilidad de la especie a diferentes enfermedades” (INIA, abril 2005).

Pérez Arrarte no fue tan indulgente: “Un grupo de técnicos forestales
estableció esa política y se volvió un dogma. Esta actitud (una sola verdad
oficial, poca transparencia) fue común al manejo del complejo forestal en

estos casi 20 años, y ha sido caracterizado en estudios como un fenómeno 
más general. También habla de las relaciones entre las decisiones 
productivas sociales y el campo científico y tecnológico en nuestros países”.

El nuevo director de la DGF, Andrés Berterreche, reconoció el problema y
dijo que “desde el año 2005 se están realizando inspecciones sobre las
plantaciones realizadas en zonas de mayor riesgo, principalmente Tacuarembó, 
y evaluando las pérdidas en superficie. No se están aprobando proyectos 
de E.globulus en el centro-norte y se están pidiendo mayores datos para el 
Litoral, reduciendo las expectativas de crecimiento en esa zona.”

(1) Opiniones de Jorge Balseiro Savio y Ariel Rodríguez Yáñez, en “Bosques & 
Desarrollo - Forest & Development” N° 40, de octubre 2006 N º 40, publicación del ICI,
(Instituto de Ciencia e Investigación - Science and Research Institute), de Mercedes,
Uruguay.

(2) “¡Tomando contacto con la realidad!”, de Evan Shield, Consultor forestal internacional,
Economics Forestry Assciates, en Revista de la Sociedad de Productores
Forestales – Uruguay – abril 2004.

Capítulo 2.3

LAS PLANTACIONES NO SON BOSQUES


Los monocultivos de árboles a gran escala están generando graves
impactos sociales y ambientales. La oposición de las comunidades es
creciente, pero gobiernos, empresas y algunas organizaciones
internacionales continúan fomentando ese modelo forestal.


En un mundo traumado por la deforestación y el cambio climático, las
plantaciones de árboles son presentadas como nuevos “bosques”. Este
discurso no va dirigido a las poblaciones vecinas a las plantaciones, sino a
audiencias urbanas desinformadas que, inmersas en una cultura en donde
el papel y otros derivados de la madera se consumen en forma masiva, se
convierten en el principal sostén político de la industria forestal.

Otra materia prima barata

“Este modelo productivo no se basa en las necesidades materiales y
espirituales de la poblaciones locales, no se propone beneficiar a estas
comunidades ni al ambiente. Su interés es producir materia prima barata
para la industria papelera mundial, con el fin de asegurar el actual

sobreconsumo de papel y productos derivados, especialmente en el Norte”,
afirma el Movimiento Mundial por los Bosques (WRM, en inglés).

Fundado en 1986 por grupos ciudadanos del Sur y del Norte para defender
los bosques del mundo, el WRM lanzó en 1988 la primera campaña
contra los monocultivos forestales. “Las plantaciones no son bosques –
sostiene–, son agrosistemas uniformes, que substituyen a los ecosistemas
naturales y su biodiversidad, tanto bosques nativos (Chile y Brasil) como
praderas (Uruguay, etc.)”.

La expansión de monocultivos forestales se ha visto favorecida en los países
del Sur por varios factores: tierra barata, agua abundante y gratuita, bajo costo
de mano de obra, rápido crecimiento de los árboles, subsidios y el apoyo de
algunos organismos internacionales y de los bancos multilaterales
de desarrollo.

Entre sus impactos más notorios se encuentran: disminución del rendimiento
hídrico, cambio de la estructura y la composición de los suelos, alteración
de la abundancia y riqueza de la flora y la fauna, usurpación de los bosques
ocupados por pueblos indígenas, expulsión de campesinos e
indígenas de sus tierras y pérdida de sus medios de vida.

Las plantaciones forestales industriales ocupan más de 100 millones
de hectáreas en el mundo. Desde Brasil a Hawai y desde España al Congo,
comunidades locales y organizaciones sociales se están movilizando contra
este modelo.

Impactos y luchas locales

“Los pueblos indígenas Tupinikim y Guaraní han retomado las tierras
que les fueron robadas por Aracruz Celulose [gigante de la forestación y la
celulosa]… Otras comunidades locales y organizaciones de la sociedad
civil se han unido a ellos… [son] un símbolo de victoria para pueblos de
todo el mundo que están luchando contra empresas similares”.


La cita pertenece a la “Declaración de Vitoria”, emitida en noviembre
de 2005, en la capital del estado brasileño de Espírito Santo, por delegados
de organizaciones de África, Asia, América Latina, Europa y Estados Unidos
en la Reunión Internacional sobre Plantaciones organizada por el WRM,
FASE-Espírito Santo y el Global Justice Ecology Project.

En Vitoria nació en 1999 la Red Alerta contra el Desierto Verde, que
integró a un amplio grupo de ciudadanos, movimientos sociales, pastorales
e iglesias. En 2005 la red organizó movilizaciones contra las plantaciones
industriales de árboles en Brasil, que se extienden desde el norteño
estado de Bahía hasta el otro extremo en Río Grande del Sur.

En Chile, la Corporación Nacional de la Madera (Corma) ha calculado
que las plantaciones forestales llegarán a los 2,6 millones de hectáreas en
2010. Están previstas además tres mega plantas de celulosa con una inversión
US$ 3.100 millones. Una sola empresa, Celco, acumulaba 1,1 millones
de hectáreas en el año 2001, más del doble de la superficie que ocupaban
las comunidades mapuches en todo el sur de Chile.

“Lo que hoy es la segunda actividad más importante de la economía
chilena, el desarrollo forestal, no es conocido sólo por la publicidad que
hacen de él los empresarios, sino que es parte de uno los principales
conflictos sociales y políticos que vive hoy el país: la tensa relación entre
la población mapuche, el mayor pueblo indígena de Chile, y el Estado”
,
dice José Araya Cornejo, del Observatorio Latinoamericano de Conflictos
Ambientales.

En Ecuador, en la provincia de Esmeraldas, la empresa Eucapacific
está plantando miles de hectáreas de eucaliptos para ser exportados a
Japón. El 80% de la inversión fue aportada por el gobierno japonés, con el
argumento de que se trata de un proyecto “ecológicamente sustentable”
y que la plantación absorbería los gases de efecto invernadero generados
por la empresa Electric Power Development, una de las socias de
Eucapacific.

A poco de implantados los eucaliptos, se empezaron a notar sus impactos
sobre el agua, secándose los ríos. A eso se agregan las enfermedades
provocadas por el agua sucia y contaminada con productos químicos.
“Envenenaron el río y los camarones y pescados muertos apestan”, explica
Ivonne Ramos, de la ONG Acción Ecológica.

Arduo camino por delante

A pesar de las protestas y los estudios que corroboran los impactos,
las plantaciones no se detienen, e incluso cuentan con certificaciones del
Consejo de Manejo Forestal (FSC, en inglés). En su creación, el FSC se
propuso “promover el manejo ambientalmente apropiado, socialmente
beneficioso y económicamente viable de los bosques del mundo”.

“Las empresas se han fortalecido con el sello del FSC y las luchas locales
se han visto debilitadas… lo que justamente nunca ha sido la intención
del FSC”
, dice una declaración de entidades ambientalistas y sociales de
Alemania, Argentina, Australia, Camerún, Colombia, Chile, Ecuador, España,
Estados Unidos, Paraguay, Perú, Sudáfrica, Tailandia, Uruguay y Venezuela
que cuestionan la conducta del FSC.

A lo anterior se suma una nueva preocupación. La Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) informó en
2005 que 16 países, incluyendo Brasil y Chile, hacían ensayos en campo
con árboles transgénicos, la mayoría en Estados Unidos. China era el único
que tenía plantaciones comerciales.

Según el Dr. David Suzuki, genetista de renombre internacional,
“los árboles transgénicos tienen el potencial de transferir a cientos de
millas de distancia polen que lleva genes de rasgos como resistencia a
insectos, resistencia a herbicidas, esterilidad y lignina reducida, y tienen
el potencial de provocar un desastre en los bosques nativos de todo
el mundo”.


En Porto Alegre, en enero de 2003, durante el Foro Social Mundial, fue
lanzada la Red Latinoamericana contra los Monocultivos de Árboles, dirigida
a crear alianzas cada vez mayores para enfrentar la expansión de las
plantaciones. La red coordina acciones de organizaciones de Argentina,
Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, El Salvador, Honduras,
Paraguay, Uruguay y Venezuela.

La forestación ocupa los mejores campos


El veterinario y criador de ganado de Tacuarembó Rafael López Lucas
vendió su campo en Rincón de Zamora y se fue a Laureles de Achar,
una zona de basalto, en donde no hay plantación de árboles. He aquí
un extracto de sus opiniones sobre la forestación:
“Después de veinte años de trabajo creo que, si de algo sé, es de vacas
y ovejas. Lo que puedo decir, con total propiedad, es que los mejores
campos, criadores, de nuestra zona se han forestado. El verso que nos
hicieron, que se iban a forestar los campos de peor calidad, no se cumplió. 
Me refiero, por ejemplo, a Estancia La Selva, en Rincón de Zamora, que
poseía campos criadores de vacunos espectaculares, que desaguan en el 
Tacuarembó Grande y que ahora van a contaminar este río. En Puntas 
de Clara, en la zona de Clara, campos excelentes para criar vacunos. 
En Puntas de Carretera, zona forestada, campos excelentes,
sin una piedra, para criar vacunos.”

“El campo que yo tenía soportaba una dotación de un vacuno adulto
por hectárea, me fui a Laureles de Achar y no sé qué hacer con el
ganado que me llevé porque viene una sequía y tengo que salir disparando.
Ya hoy, con la sequía que hubo en el otoño, mi campo no tiene
forraje. Ando con el 30% del ganado que tenía, girando de campo en
campo. Cada vez se cierra más el círculo y no conseguimos más, es
muy grave. Los campos que eran recurso de verano, que permitían
soportar sequía, son los campos que están forestados. Abajo del pino
no crece nada y abajo del eucalipto tampoco.”

“Lo más grave es que le están quitando al Uruguay, sin estudios
previos, miles y miles de hectáreas de gran productividad ganadera,
justo cuando tenemos la tecnología, Ahora tenemos la tecnología para
explotar esos campos porque antes, hace 20 o 30 años, se morían los
animales por tener mucha lombriz. Pero hoy, esos campos, si uno los
maneja bien, no tienen pérdidas. Esto es lo que más me preocupa
porque, además, esos campos no son recuperables para la ganadería
nunca más.”

“Los pueblitos como Cerro del Arbolito –fue donde viví diez años y vi
todo el proceso-, se murieron, porque antes tenían la esquila, los
alambrados y ahora no tienen nada. Los productores que yo conocía
en esa zona están en la ciudad, se fueron todos, por 800 a 1000

dólares la hectárea vendieron todo.”

Capítulo 2.2

CAMBIO DE CULTURA SIN AVISO PREVIO


La expansión de la actividad forestal en el campo uruguayo, alentada por
la ley forestal y por subvenciones sucesivas, desencadenó –sin aviso
previo– la sustitución acelerada de una cultura productiva por otra, en
donde se comenzó a percibir tardíamente la gravedad de los impactos
sociales y ambientales generados por este proceso.


En el departamento de Tacuarembó, con más de 100.000 hectáreas en
2004 adquiridas por la forestación, se calculaba que en los diez años precedentes
habían sido desplazadas del campo unas 8.000 personas, en base
a datos de los Juzgados de Paz. En forma paralela, se habían cerrado 12
escuelas rurales, a las que se sumarían cinco más en 2005.

Una de las zonas donde se registraba más claramente este cambio era
Rincón de Zamora, bordeado por el Río Tacuarembó, hacia su desembocadura
en el Río Negro, en donde se encontraban las tierras más apropiadas
del departamento para la cría de ganado y que, en la actualidad, están
totalmente cubiertas por monocultivos de árboles.

Los relatos de los lugareños coinciden en señalar que, a medida que
los eucaliptos de las plantaciones comenzaron a crecer, las aguas de los
pozos de unos 20 metros de profundidad empezaron a quedar rojas y no
se pudieron utilizar más. Cerro del Arbolito, poblado cercano, fue finalmente
abandonado por la falta de trabajo en la zona.

La “fiebre de la forestación” ha sido propicia también para el fraude.
Paso Alto vendía en Tacuarembó parcelas forestadas de 5 a 15 hectáreas a
pequeños inversores y les cobraba una cuota anual por cuidar y explotar
sus árboles. Aparentemente, dio quiebra y desapareció, dejando plantaciones
abandonadas y gran cantidad de personas estafadas.

En el departamento de Rivera, las forestadoras habían comprado
127.149 hectáreas, según el Censo Agropecuario de 2000, y los impactos
sociales y ambientales no tienen diferencias sustanciales con otras zonas
de gran concentración forestal. Operadores turísticos estiman que existen
hoy unos 82 cascos de estancia abandonados.

En este caso, la actividad forestal se concentra en el pueblo de
Tranqueras, de donde salen las cuadrillas hacia las plantaciones vecinas.
Sin embargo, luego de una primera fase de gran optimismo por la expectativa
de más y mejores empleos, Tranqueras ha entrado en un impasse pautado
por conflictos sindicales y otras incertidumbres.

En cuanto a la forestación como fuente de trabajo, la historia de menor
empleo, malas condiciones y mala paga se repite. En Rivera hay más de
100 juicios por falta de pago de los contratistas. En lugar de regularizarse,
las empresas proyectarían mecanizar al máximo la operación para reducir
aún más el empleo y eliminar los conflictos.

Los ganaderos que siguen en la zona se quejan, sin disonancias, del
aumento del zorro y el jabalí que ataca las majadas. Y cuando la plantación
es de pinos existe un peligro especial: las víboras de la cruz reposan en la
pinocha y caen encima del personal que está trabajando. Se registran varios
casos de picaduras en tronco y brazos.

Por último, pero no menos importante, en todos los lugares con grandes
plantaciones de árboles hemos escuchado la preocupación de los pobladores
por casos de cáncer fuera de lo común y la duda de si no será una
consecuencia de los productos químicos utilizados como plaguicidas o
fertilizantes en el proceso de la forestación.

No hay pruebas que permitan confirmar o desmentir esa hipótesis,
porque la población vecina a las plantaciones no dispone de la información
ni de los recursos para resolver el problema. Es una responsabilidad del
Estado estar informado y fiscalizar lo que está pasando y un deber de las
empresas suministrar las aclaraciones necesarias.

La magnitud de estos cambios en la estructura productiva del país ha
generado, en un corto lapso, cambios demográficos y ambientales notorios,
pero puede ser apenas el comienzo de modificaciones más serias si se
tiene en cuenta, por ejemplo, que debajo de esos campos forestados está
la zona de carga directa del Acuífero Guaraní.

Compartido por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y una de las
mayores reservas de agua natural del mundo –sino la mayor–, el Acuífero
Guaraní es un recurso natural precioso que se encuentra bajo territorio
uruguayo y del cual recién se están iniciando estudios sistemáticos con
vistas a su preservación y su gestión sostenible.

Las autoridades uruguayas que impulsaron este proceso de forestación
–y del cual sólo hemos visto una cuarta parte: las tierras de aptitud
forestal definidas por la ley superan los 4 millones de hectáreas– no aquilataron
sus consecuencias. Los pocos políticos que hablan de “nueva cultura”
lo hacen como si fuera una panacea.

La declinación de Arroyo Negro


A la colonia agraria de Arroyo Negro, al sur del departamento de
Paysandú, en el límite con el departamento de Río Negro, llegó a mediados
de la década de 1920 un núcleo de emprendedoras familias de
inmigrantes valdenses, originarios de los valles del mismo nombre,
situados al noroeste de la península itálica.

En relativamente poco tiempo se registró un creciente florecimiento
económico y social de la zona, en donde la agricultura y la ganadería
tradicionales se vieron enriquecidas por la producción de derivados
lácteos, embutidos, dulces y vinos, que formaban parte de la cultura
productiva de los valdenses en su tierra natal.

En los años 70, el poblado contaba con 63 alumnos en la escuela
primaria y una intensa vida social, incluyendo la existencia de tres
equipos de fútbol y dos de voleibol, reconocidos éstos entre los mejores
de la liga sanducera. Hoy queda muy poco de ese auge, los alumnos
de la escuela se redujeron casi a la mitad y no hay equipos de
fútbol ni de voley.

Arroyo Negro no era ajeno a los impactos de la forestación en la zona,
que hicieron incluso que algunos valdenses vendieran sus campos. En
el centro del poblado, los locales de la comisaría y de una cooperativa
lechera están abandonados. De las veinte viviendas de MEVIR existentes
en el poblado, sólo ocho se encontraban ocupadas.

La plaga del jabalí


El jabalí se parece al cerdo, el cuerpo macizo y robusto, las patas fuertes
y cortas, al igual que el cuello y la cola, aunque ésta no se enrosca. La
cabeza grande se alarga hacia la jeta, que remata en un hocico plano.
En los machos adultos sobresalen dos grandes caninos inferiores que
se denominan colmillos o navajas. Su cuerpo aparece recubierto de fuertes
cerdas de color pardo oscuro, bajo las que asoma una capa de espesa
borra. El conjunto da una tonalidad oscura, casi negra, variando
según el individuo y la edad.

El animal se refugia en áreas boscosas o de matorral, se mantiene activo
desde el atardecer al amanecer y descansa durante el día. El macho
generalmente lleva vida solitaria, mientras que la hembra permanece con
las crías formando una piara, que puede reunir a varios grupos familiares.
El incremento de la población de jabalí ha sido asociado habitualmente
con el abandono del campo por la población rural y la reducción de
tierras de labor, que se transforman en áreas de monte sucio o
matorral. Al aumento contribuye la extraordinaria tasa reproductiva
del animal y la escasez de predadores naturales.

Introducido en Uruguay en 1928, el jabalí empezó a expandirse en 1960
y fue declarado plaga nacional el 15 de diciembre de 1982. La caza del
jabalí tuvo cierto desarrollo como deporte internacional, llegándose a
cobrar a los turistas mil dólares diarios por participar en una cacería,
sin contar los costos del traslado hasta el lugar, armas y municiones.

El aumento de la caza libre o deportiva sería insuficiente para
contener la proliferación del jabalí estimulada por la forestación. Por
otra parte, para prevenir el riesgo de incendios, las empresas
forestadoras no permiten la entrada de cazadores en sus plantaciones.

sábado, 27 de agosto de 2016

Capítulo 2.1

PUEBLOS DE CAMPAÑA ACORRALADOS


Con menos disponibilidad de agua, menos pastos, mayores plagas y
menos trabajo, no hay pueblo de campaña que resista. Mientras los
gobiernos hacían la vista gorda, estas eran las consecuencias de la nueva
política forestal que estaban obligando a los ya escasos pobladores del
campo uruguayo a irse… ¿adónde?


Las reflexiones que siguen son el resultado de una recorrida en julio de
2004 por la región al sur y este del río Queguay en el departamento de
Paysandú. Hacia el sur se localiza uno de los focos más importantes y
dinámicos de la forestación en el Uruguay. Partimos del Km. 444, como se
llama a la estación del antiguo ferrocarril, situada a la altura del Km. 39 de
la Ruta 90, que une la capital del departamento con la ciudad de Guichón.

A escasos kilómetros de allí, siguiendo por la R-90, se encuentra el pueblo
de Piedras Coloradas, la autodenominada Capital de la Madera, como
reza en un cartel, y donde se realiza, todos los años, la Fiesta de la Madera.
Las modestísimas viviendas, entre las que se cuentan algunas carpas
improvisadas de un grupo recién llegado desde la frontera, incitan a
descubrir el verdadero significado de esos nombres.

Las Flores: le llaman Pueblo Seco

Parece obvio que una plantación forestal tan extendida –unas 40 mil
hectáreas en la zona–, creciendo a una velocidad de 1,65 metros cada seis
meses, tiene que requerir cantidades considerables de agua. Sin embargo,
desde esferas oficiales y desde el ámbito técnico de las empresas se lo
ignora o se minimiza y se le resta importancia.

Recorriendo la zona, lo obvio es contundente: la falta de agua para
consumo humano ya hizo desaparecer el antiguo poblado de Las Flores,
hoy conocido por Pueblo Seco, a 3 Km. de Piedras Coloradas. De las 40
familias que vivían del cultivo de sandía, cidra y maní, quedan en ese lugar
sólo las taperas y tres casas ocupadas.

Las plantaciones llegaron hasta 30 metros del lugar habitado, apenas
separado por el camino. El impacto comenzó a percibirse entre el segundo
y tercer año de iniciada la forestación de La Merced y Caja Bancaria. Los
pozos de hasta 22 metros se fueron secando y hoy existe un único pozo
con agua, de 55 metros de profundidad.

Durante un tiempo, la falta de agua en el pozo familiar se remedió
trayéndola de más lejos. Los niños aprovechaban la ida a caballo a la escuela
para volver cargados con dos bidones de agua. Pero al final se fueron
porque las cosechas no eran suficientes. Además del pozo seco, faltaba la
humedad del suelo para los cultivos.

Cuando se les plantea el problema del agua, los ingenieros de las empresas
forestales recomiendan perforar más abajo. El costo en la zona de
un pozo profundo, para llegar a 60 metros y conseguir cierto caudal, era de
unos 3.500 dólares, suma imposible para una familia modesta, que difícilmente
puede recurrir a un crédito bancario.

En la otra dirección, hacia el oeste de Piedras Coloradas, el arroyo San
Francisco está forestado en algunos trechos en ambas márgenes y casi
hasta la propia orilla. Desde cierta distancia se ve una delgada franja del
monte criollo original del arroyo, a la que sigue una plantación de sauces y
luego la mayor de eucaliptos detrás.

Según testimonios recogidos en la zona, del San Francisco a veces
sólo quedan unos pozos con agua, porque el cauce se seca. La parte superior
del arroyo está ocupada por la forestación y los vecinos aguas abajo no
reciben agua suficiente para el ganado. El caudal se recupera en parte con
las lluvias, pero sigue siendo menor.

¿Qué hacen los sauces, ya que no son procesados y aumentan la absorción
del agua? Todo indica que el plantío de sauces en ese lugar sólo
busca evitar el pago por área no forestada. De acuerdo con la legislación
vigente, toda el área forestada –y el sauce es una especie habilitada a tales
efectos– está exenta de impuestos.

En el arroyo Valdez, a unos 3 Km. de Piedras Coloradas, los vecinos
también registran una reducción clara del caudal. En Colonia Diecinueve
de Abril, los pozos de 20 a 25 metros ya no sirven, deben ser cada vez más
profundos. Los bañados de la zona han desaparecido; donde antes no se
podía pasar hoy es transitable.

Falta de pastos y campos de pastoreo

En la ruta desde Paysandú, al mismo tiempo que comienza a aproximarse
una muralla gigantesca formada por los montes de eucaliptos de la
forestación, llama la atención la cantidad de ganado pastando en el camino,
es decir, en la angosta franja de terreno que debe quedar entre la carretera
y el alambrado de los campos linderos.

A veces están atados o cuidados por sus dueños pero, para contener
muchos animales en una ruta de intenso tráfico como esa, ha llegado a
construirse, en varios trechos, un alambrado paralelo, común y a veces
electrificado, algo que obviamente contraviene todas las reglas de uso de la
vía pública y de seguridad en la carretera.

Este fenómeno no es una anécdota. Se sigue encontrando en todos los
caminos de la región, principales y secundarios, y es síntoma de la falta de
pastos y de tierra para el pastoreo. Las áreas de pastoreo se han reducido
por la enorme superficie ocupada por la forestación y por la misma razón
se ha reducido la producción de forrajes.

Hasta en la zona del Queguay Chico, alejada de las plantaciones de
árboles, se acusa el impacto de la forestación en la falta de tierras para el
pastoreo. “Antes, cuando venía una seca fuerte, siempre había campos
para llevar el ganado, pagando por supuesto. Hoy simplemente no tenemos
adónde ir”, comenta un estanciero del lugar.

Algunas forestaciones practican el silvopastoreo, o sea, permiten la
introducción de animales para pastar en la plantación, algo que conviene
obviamente a la empresa forestal pero que, para el dueño del ganado, es un
mero paliativo y, aparte de que lo debe pagar, le puede traer consecuencias
peligrosas y mucho más caras.

Mientras el ganado en la plantación consume el poco pasto que encuentra,
limpia el terreno, los caminos internos y la franja de 20 metros libres que
marca el fin del campo, llamada “cortafuego”. Las empresas forestales
cobran 0,50 a 0,70 dólares por hectárea por año por aceptar un
servicio que, si lo contrataran, no sería nada barato.

Que las forestadoras puedan cobrar en vez de pagar es indicativo de la
fuerte demanda de lugares para pastar. Pero sucede que, adicionalmente,
en el ambiente húmedo de las plantaciones se cría un hongo que puede ser
mortal para la vaca. A veces el animal se salva con una dosis de drogas,
pero muchas veces muere.

Algunos consideran que la responsabilidad es del ganadero, porque
dicen que la vaca come ese hongo por falta de sal y de calcio, que deberían
serle administrados antes de soltarla en la plantación. El hecho es que, de
una u otra forma, ya sea con el tratamiento previo o posterior a la ingesta
del hongo, el que paga más es el ganadero.

El fenómeno no es algo excepcional. Productores de la zona estiman
que la mortandad por el hongo ha llegado hasta un 20% del ganado introducido
en las plantaciones. Y esto por un simple paliativo que se reduce
con el tiempo, porque a medida que los árboles crecen dejan pasar menos
el sol y el pasto que puede crecer a su alrededor es menor.

Aumento (real y relativo) de las plagas

Al indagar si se registra un aumento o reducción de las plagas que han
afectado o puedan afectar la producción agrícola y ganadera de la región, el
jabalí concita la unanimidad de pareceres. Todos los vecinos de la forestación
coinciden en afirmar que este animal creció y amplió sus desplazamientos,
favorecido por estas condiciones.

Tradicionalmente, el jabalí se guarecía en el monte lindero de los ríos
y arroyos. En la actualidad, la plantación le da protección porque no hay
vigilancia con el fin de evitarlo. Y aparte de que se deje o no cazar allí –a
veces sí y a veces no–, la caza del jabalí no se practica por necesidad sino
por deporte, un deporte muy caro por cierto.

La forestación ofrece mayor guarida también a otros depredadores como
el zorro y el “mão pelada”. La perdiz y la martineta, que eran comunes en
estos campos hasta no hace mucho, prácticamente no se ven, porque son
una presa para el zorro. “Es lo primero que matan”, asevera un productor
de la Colonia de Arroyo Negro.

Los lugareños registran un aumento significativo de las palomas, que
habitan mucho en los montes de pinos y sobreviven a todo. No así de las
cotorras, que sólo anidan en eucaliptos grandes y viejos, generalmente
fuera de la forestación. Y tampoco de las serpientes, porque necesitan de la
luz solar para regular su temperatura.

Pero si el jabalí, el zorro y la paloma aumentaron su población en términos
reales, otras plagas para la producción como la cotorra han incrementado
a ojos vistas su impacto destructor, sencillamente porque los lugares
de alimento se han reducido. Se produce un aumento relativo de la
plaga y la destrucción por área cultivada es mayor.

Un productor cercano al arroyo San Francisco relata que los jabalíes le
mataron unas 50 ovejas. Otro productor de Arroyo Negro, un poblado al
sur de Piedras Coloradas, sobre el límite con el departamento de Río Negro,
explicó que dejó de cultivar maíz por las cotorras. La última vez que lo
hizo era sólo para atender el consumo familiar, pero las cotorras no dejaron
crecer las plantas, le comieron todas las flores.

Algunos acotan que también ha crecido el “jabalí de dos patas”, aludiendo
al aumento del robo humano de ganado. “Aparece gente de todos lados,
que no se conoce. Primero es una, luego son tres y después son cinco
ovejas por día. Cuando querés acordar no queda nada”, se lamenta un
estanciero de Cerro Chato, que lo atribuye también a la forestación.

Esto explica cómo el agricultor y ganadero del lugar puede llegar a sentirse
acorralado, rodeado amenazadoramente por la forestación. La cercanía de
la muralla de eucaliptos o pinos no es un hecho pacífico y complementario
de su actividad sino, por el contrario, es una fuente de problemas
que pueden trastocarle la vida completamente.

Cae la última promesa: el trabajo

Más allá de todos los trastornos que la gente del campo enfrenta con su
característico estoicismo, la última promesa que podía “salvar”, hasta cierto
punto, la decisión de ir adelante con la forestación era la de que traería
más y mejor trabajo. Pero la realidad y los testimonios que se recogen
son contundentes. No hay como negarlo.

“La forestación da menos trabajo que la estancia cimarrona”, concluye un
sanducero que, por su actividad, hace nueve años que recorre el interior del
departamento. Una estancia ganadera de 2.000 hectáreas emplea de 6 a 7
personas en forma permanente, mientras que la forestación atiende la
misma área con menos de la mitad.

El personal permanente de una plantación de miles de hectáreas es
ínfimo. La siembra, poda y corte se realizan con cuadrillas contratadas en
forma temporaria. Los jornales pueden ir de 100 a 250 pesos en el mejor de
los casos, con un promedio de 18 días trabajados por mes. Y otros factores
reducen aun más ese nivel de ingreso.

Uno de estos factores es el sistema de subcontratación. La empresa
forestal encarga el trabajo a otra empresa, que es la que contrata directamente
el personal. La empresa contratista debe competir con su propuesta
ante la forestadora, por lo que tiene que ofrecer el menor precio y eso se
logra bajando el salario del trabajador.

Por otra parte, algunas empresas están utilizando cosechadoras de árboles,
máquinas manejadas por una persona, en tres turnos de ocho horas,
que talan el árbol, pelan el tronco y lo cortan en trozos listos para el transporte,
a razón de una hectárea por día. Esta máquina sustituye el trabajo de
una cuadrilla de 40 a 50 personas.

Al hablar del trabajo en la zona, todos coinciden en hacer una distinción
entre las empresas nacionales, incluso grandes, como Caja Bancaria y
Caja Notarial, y las empresas extranjeras. Las nacionales brindan mayores
oportunidades de empleo, mientras que las extranjeras se caracterizan por
reducirlo al mínimo.

Pero si el trabajo debía ser base del bienestar, reflejado en el hábitat y
las condiciones de vida de la gente, el panorama dejado por la forestación
a su alrededor es desolador. Desde un pueblo abandonado por falta de
trabajo, como Celestino, y la declinación de otros, al propio aumento de
los problemas sociales en Piedras Coloradas.

Puesto como ejemplo del progreso en la zona, la “Capital de la Madera”
se parece más a esos pueblos que proliferan en América Latina, situados
por el azar en medio de una gran obra o explotación no decidida ni
manejada con su participación, como los que quedan cerca de una represa
o autopista en construcción o de una mina.


Muchas veces, como aquí, parte de la población original emigra y es
sustituida por otra, más transitoria o meramente de paso, que necesita el
trabajo tal como es ofrecido, sin estabilidad, sin regulaciones, sin pretensiones.
En estas condiciones, suelen crecer los problemas de pobreza y
abandono de la niñez e incluso de prostitución.

Nueva oleada de expansión forestal

La generación de un nuevo ciclo de despoblamiento de la campaña, a
partir de la forestación masiva, habría sido consecuencia, en primer lugar,
de la venta de grandes campos tradicionalmente dedicados a la ganadería
extensiva que arrastra, en forma inevitable, a los pequeños poblados y productores
menores que lindaban con aquellos.

Este proceso se combina con coyunturas de crisis de producción y
endeudamiento en la actividad agropecuaria, que facilitan la compra de las
tierras por capitales externos. Los lugareños recuerdan que las empresas
forestales ofrecían dos y tres veces más del valor por hectárea del que
podía ser pagado por un productor tradicional.

En el momento de la transacción, el vendedor ha hecho entonces un
“buen negocio”, que le ha permitido deshacerse de un campo que le daba
pérdidas o por el que estaba endeudado. El pequeño productor no tiene la
misma suerte, no puede sacar mucho dinero por su campo y empieza a
tener la presión de verse rodeado por la forestación.

Por último, los pequeños poblados entre los límites de esos campos,
constituidos por modestas familias que vivían del escaso empleo dado por
la agricultura y ganadería tradicionales y que incluso lograban satisfacer
necesidades básicas con el cultivo en una huerta no mayor de una cuadra,
son los que reciben el golpe mayor.

Nadie sabe exactamente en la zona adónde habrán ido los que vendieron
su campo y/o se fueron del lugar. Algunos dicen que están en Paysandú
o en Young, el poblado más cercano de cierta importancia, en el departamento
de Río Negro, porque Guichón, la segunda ciudad del departamento
de Paysandú, está en franco deterioro.

Este proceso no se detiene en donde está. Sobre todo en dirección al
sur, dentro del departamento de Río Negro e incluso en Soriano, las empresas
de forestación están desatando una nueva campaña de expansión,
muy probablemente alentadas por la inminente instalación en la zona de
dos plantas productoras de celulosa.

La presión es grande porque los precios que se ofrecen son considerados
muy buenos en la zona. En las últimas semanas, por ejemplo, cerca del
Arroyo Negro se ofrecieron 1.150 dólares por hectárea en campos que
serían aptos para la ganadería. Las ofertas ignoran el límite fijado por la ley
e incluyen tierras claramente productivas.

“No sé hasta cuánto va a seguir este asunto de la forestación, pienso
que ya deberían pararlo, con lo plantado alcanza y sobra”
, dice un reputado
cabañero. “Yo, ni qué hablar –agrega–, pero creo que la generación de
mis nietos sufrirá todo esto. Me han dicho que donde se hizo forestación
intensiva se han creado verdaderos desiertos”
.