sábado, 27 de agosto de 2016

Capítulo 1.7

POR LOS TERRITORIOS DE STORA ENSO EN BRASIL

A 15 años de iniciadas las plantaciones de eucalipto y un año del
comienzo de la producción de celulosa, los impactos provocados por
las actividades de Veracel en el estado brasileño de Bahía
alcanzaban niveles de calamidad pública.


La ciudad de Eunápolis se encuentra al sur del estado de Bahía, a 65 kilómetros
de la costa oceánica, a la altura del balneario de Porto Seguro. Con
100.000 habitantes, Eunápolis es la mayor urbe de la región en donde se
encuentra la fábrica de celulosa Veracel, uno de los mayores proyectos de
cultivo e industrialización del eucalipto en Brasil. Los que siguen son impresiones
y testimonios recogidos en una visita al lugar.

“Conocí esta región cuando era muy próspera, tenía buenas lluvias y
cierto equilibrio, había mucho bosque. Mi padre era agricultor, plantó mucho
zapallo, frijoles, mamão, no precisaba irrigar y había pocas enfermedades.
Unos 15 años atrás, la fruticultura aquí era maravillosa, había inmensas
plantaciones de mamão, graviola, guayaba. Pero esto se está acabando con
la llegada de Veracel”, comentó la ingeniera agrónoma Mónica Leite, que a
fines de 2006 seguía dedicada a la producción de frutas y hortalizas.

“Aquí tenemos la mayor resaca producida por la presencia de Veracel.
Lo que más ha crecido es la criminalidad, la prostitución infantil, la miseria,
el hambre, el índice de presos, de asaltos, de asesinatos”, afirmó Jodenilton
Bastos, que mantiene dos programas diarios en Radio Ativa de Eunápolis.
Para el periodista, en los 15 años transcurridos se trastocaron desde la
propiedad de la tierra y el medio ambiente, hasta las formas tradicionales
de vida y convivencia social, tanto en el campo como en la ciudad.

El paraíso prometido

En 1991 la empresa Veracruz Florestal Ltda. (una subsidiaria de la
trasnacional brasileña Odebrecht) inició sus actividades en el Extremo Sur
de Bahía. Seis años más tarde, se asoció con la empresa sueca Stora y en
1998 cambió la razón social para Veracel Celulose S.A. En 1999 se fusionó
Stora con la empresa finlandesa Enso. En 2001, Aracruz Celulose, el gigante
brasileño de la celulosa, compró la parte de Odebrecht y las acciones de
Veracel quedaron repartidas en partes iguales entre Aracruz y Stora Enso.

En menos de una década, Veracel adquirió 164,6 mil hectáreas de tierras,
de acuerdo con los informes de la propia empresa. Para expandir aún más
sus operaciones, Veracel lanzó un Programa de Fomento Forestal por el cual
firmó acuerdos de plantación de eucaliptos con más de dos mil productores
de la región. Según Veracel, este era un programa dirigido a “ampliar aún 
más los beneficios económicos, sociales y ambientales de esta asociación
[…] en regiones carentes de oportunidades de desarrollo” (sic).

En 2003, Veracel anunció la inversión de 1.200 millones de dólares para la
construcción entre los municipios de Eunápolis y Belmonte de una fábrica de
celulosa, la mayor de su tipo en ese momento, con una producción de 900.000
toneladas y ventas por 530 millones de dólares anuales, 98 % destinadas
al exterior. Veracel se hizo cargo de 45 por ciento de la inversión, el Banco
Nacional de Desarrollo de Brasil (BNDES) otro 40 por ciento y el resto el
European Investment Bank (EIB) y el Nordic Investment Bank (NIB).

Desde el principio, la empresa utilizó una costosa publicidad, local y nacional,
en donde se prometían enormes beneficios ambientales, económicos y
sociales para una región que parecía haber estado hasta entonces en la
miseria. Desde el compromiso de preservar la Mata Atlántica y las plantaciones
ecológicamente sustentables de eucaliptos, hasta grandes inversiones
sociales y 40.000 empleos, todo cabía en el maná de Veracel.

Los equilibrios del presidente Lula


En enero de 2005, al hacerse la primera entrega del préstamo del BNDS a
Veracel, el presidente Lula visitó la planta de celulosa en construcción pero
tuvo que asistir también a un acto del Movimiento de los Sin Tierra (MST),
en un campamento bautizado con su mismo nombre (Luiz Inácio Lula
da Silva, conocido como “Lulão”), en donde se comprometió a entregar
tierra a las familias allí reunidas desplazadas por la misma empresa.

“Iniciamos este campamento en el año 2000 con unas 800 familias,
tuvimos problemas por la intervención de pistoleros y de la Policía Militar,
que recibían dinero de los hacendados y de Veracel para que desalojaran
a las familias”
, explica Waldemar, uno de los dirigentes locales del MST.
Los enfrentamientos provocaron una fuerte dispersión de los trabajadores
rurales pero se reorganizaron en 2003 y reunieron a 1.200 familias.

En setiembre de 2005, repitiendo el itinerario, luego de intervenir en el
acto inaugural de la planta de Veracel, Lula entregó títulos de tierra a 515
familias del campamento Lulão. “Aún con el asentamiento de estas familias,
tenemos una gran migración en varios campamentos a la espera de
tierra”
, dice Waldemar. De acuerdo con sus cálculos, 1.570 familias seguían
esperando en carpas al costado de las carreteras de la región.

Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE), el éxodo del
campo a la ciudad en el Extremo Sur de Bahía entre 1991 y 2002 fue del 59,4%
mientras el promedio del país era de 28%. En ese proceso, desaparecieron
pequeños poblados como la Comunidad Agua Rosada, un caserío cuyo
cementerio es lo único que quedó en pie, rodeado por un alambrado y
eucaliptos, con un piadoso cartel confeccionado por Veracel que dice:
“Acceso garantido a los familiares de los entes aquí sepultados".

El MST ha invadido terrenos de Veracel: los ocupantes cortan o arrancan
los eucaliptos y siembran frijoles y maíz. La situación suele resolverse
con una negociación y desalojo que a veces incluye el permiso para
recoger los alimentos plantados. El gobierno tiende a mediar porque,
mientras el modelo económico expulsa al trabajador de la tierra, los
reclamos del MST se basan en disposiciones legales y planes de
reforma agraria oficiales.

En Brasil el cumplimiento de las leyes y la aplicación de las normas de
justicia constituyen un amplio campo de maniobra en donde los poderes
fácticos tienen casi siempre la última palabra. “Nuestra justicia es de las
más lentas. Ellos se aprovechan de esta lentitud y van implementando sus
acciones”, comentó João Alves Da Silva Neto, Promotor de Justicia (Fiscal)
de Eunápolis, refiriéndose a Veracel.

A pesar de las promesas, los eucaliptos sustituyeron la Mata Atlántica,
el bosque originario de la región. En 1993, la Procuraduría de la República
inició una acción civil contra Veracruz por arrasar centenares de hectáreas
de Mata Atlántica. Veracel también avanzó en áreas agrícola-ganaderas más
allá de los límites fijados por la legislación local, pero ésta es ignorada o
modificada en acuerdo con los gobiernos municipales y el estadual.

Desde hace años, entidades civiles de la zona vienen denunciando
irregularidades de las empresas forestadoras y de celulosa. En noviembre
de 2005, luego de una audiencia pública, la Procuraduría exigió a Veracel el
retiro de sus plantaciones en un radio de 10 kilómetros de las Unidades de
Conservación de los Parques Nacionales, de acuerdo con lo establecido
por la legislación nacional.

El Ministerio Público ha iniciado también acciones de “improbidad
administrativa”
contra directores de Veracel. Son acciones contra agentes
públicos y contra aquellos que se benefician con los actos de improbidad
de estos funcionarios. “Utilizan un gran tráfico de influencias. Los poderes
ejecutivo y legislativo están en manos del poder económico, que presiona
cada vez más para aumentar sus plantaciones”
, aseguró Alves Da Silva Neto.
“La administración pública debe tener como fin el interés mayor de la
colectividad. Aquí no es así. Veracel ha pasado a ser el centro, ella dirige y
administra incluso las actividades del municipio, de sus representantes”
,
concluyó el Promotor de Eunápolis.

La otra cara del marketing

Las promesas de trabajo y bienestar de Veracel chocan con la
desestructuración social y el hambre observables en la región. La empresa
busca mantener su imagen pública, pero ha despertado en varias oportunidades
indignación en la comunidad local.

Una de esas ocasiones fue el abandono del proyecto “Ser Criança”, donde
eran atendidos 100 niños del barrio Alecrín, que provocó un fuerte debate
público. “Luego de la venida de los técnicos del BNDES, a quienes se planteó
que el proyecto era un éxito, la empresa decidió desmantelarlo porque ya
tenía el aval del banco”, dijo la maestra del proyecto Erci Cerqueira. Los
padres denunciaron que se vestía a los niños con ropas nuevas para
recibir visitas y sacar fotos, pero luego se les obligaba a devolverlas.

La merienda que recibían los niños en el proyecto atendía una necesidad
básica del barrio, común a la periferia de Eunápolis donde se concentra
la población emigrada del campo, sin posibilidades de empleo e ingresos
muy bajos. La prensa local decía que el “riesgo social” crecía en la ciudad
debido al incremento de asaltos, robos y otros delitos, así como el uso
problemático de sustancias psicoactivas y la prostitución juvenil.

Primero se anunció que se generarían 40.000 puestos de trabajo, pero
en 1994 bajaron a 20.000. En enero de 2005, Veracel afirmó que la planta
emplearía 10.000 trabajadores, igual cantidad que la contratada en la obra,
y 3.000 más en tareas rurales. Sin embargo, un directivo de Veracel confesó
que la planta al final sólo ocuparía a 380 personas, “con poca mano de
obra de la región, debido a la falta de especialización”
.

Una fuente adicional de desempleo en la región ha sido el cierre de
aserraderos, fábricas de muebles y otras actividades que usaban la madera
local. Veracel dijo que produciría madera para abastecer esta producción
pero, simplemente, dejó de hacerlo. Ahora algunos aserraderos traen la
madera de más lejos y otros tuvieron que cerrar.

Barrolandia, el poblado más cercano a la planta industrial, presentado
como ejemplo de las acciones de Veracel, tiene 38 por ciento de desempleo.
La mitad de sus 5.000 habitantes percibe un salario mínimo o
menos y el resto es más pobre aún. Los obreros de la fábrica residen en
Eunápolis y los jefes y directores en Porto Seguro. A un costado de
Barrolandia contrasta, con ese cuadro de pobreza, la pulcra escuela con
el nombre de Reina Cristina de Holanda. La Reina tiene parte de sus
inversiones en Veracel.

Contaminación

El pequeño productor ganadero José Marinho Damaceno no podía
imaginar que la descarga de efluentes de Veracel sería en frente de su
casa, en la margen opuesta del río Jequitinhonha. “Son tres caños que
llegan al medio del río y sube un olor muy fuerte, una catinga que se
parece al repollo podrido. Y de vez en cuando se siente un golpe en la
cañería, como una explosión, tan fuerte que usted salta de la cama”
,
explica. Ese olor le produce dolor de cabeza e irritación en la vista.
Cada vez que aparece el olor debe abandonar su finca y esperar a que
el olor desaparezca. Damaceno ya pensaba que tendría que abandonar
definitivamente su casa y vender como pueda el terreno.

El pez típico del Jequitinhonha, el róbalo, prácticamente, ha desaparecido,
agravado esto por la construcción de una represa en la zona, que
no le permite remontar el río para el desove. Como remedio, Veracel
sembró otro pez, el pintado, que contribuyó a liquidar al róbalo pero
que, ahora, también está desapareciendo. Organizaciones ambientalistas
y sociales han manifestado su inquietud por los efluentes y las
emisiones de la planta de celulosa que, suponen, utilizaría la tecnología
ECF. Pero no hay datos disponibles, sólo la empresa realiza sus
controles, ningún órgano público fiscaliza lo que sucede.


Despojo

Desde 1999, grupos del pueblo pataxó vienen luchando por la recuperación
de sus territorios en el extremo sur de Bahía, ocupados anteriormente
por madereras y desde los años 80 por plantadores de eucaliptos.
Según los pataxó el 30 por ciento de su territorio está ocupado
por plantaciones de este tipo. Veracel –actualmente una de las mayores
propietarias de territorio indígena en la región– ha buscado
criminalizar a los pataxó apelando a su influencia político-económica y
al apoyo de los otros hacendados de la zona.
La Fundación Nacional del Indio (FUNAI), órgano responsable de la
política con los pueblos indígenas, ha demorado el procedimiento de
demarcación. En la opinión del padre Adilson Rodrigues, miembro del
Consejo Indigenista Misionero de la Iglesia Católica brasileña, “la FUNAI
ha trabajado en forma tendenciosa con el fin de impedir que esas áreas
ocupadas por el eucalipto sean recuperadas por los indígenas, a pesar
de que varios pareceres de la FUNAI dicen que ese territorio es pataxó”.
Los indígenas han ocupado varias veces zonas de Veracel y talado sus
eucaliptos para exigir la devolución de sus territorios.

Hambre

La Casa de Recuperación Nutricional SOS Vida Nuestra Señora del
Amparo hace 13 años que atiende en Eunápolis hasta 50 niños con
desnutrición grave. “Los niños llegan con un peso 50 a 60 por ciento
inferior al normal. Permanecen de tres a ocho meses hasta salir del
riesgo de vida”, explica la hermana Terezinha Biase, directora de esta
casa. Las condiciones son iguales a las de otras zonas de hambre del
mundo: barriga hinchada, la piel pegada al hueso y enfermedades.

“Atendemos a los municipios con más casos: Itabela, Guaratinga,
Eunápolis y Porto Seguro, pero la mayoría es de Eunápolis”
, agrega.
SOS Vida se financia a través de socios voluntarios y donaciones. “Cuando
estamos muy apretados, organizamos una rifa, un festival o actividad
que nos permita mantenernos”
, dice Terezinha. La casa recibe
alguna ayuda del municipio pero no tiene relaciones con otros servicios.
“Esta institución no encaja dentro de sus parámetros, dicen que
no corresponde al área de salud, ni de acción social ni de educación.
Pero nosotros tratamos el hambre y las consecuencias del hambre”
,
afirma la religiosa, quien revela que tampoco reciben apoyo económico
de ninguna empresa de la región, ni de Veracel en particular.


Sentencias

El 17 de junio de 2008, el Diario de la Justicia Federal de Bahia dio a
conocer, en su edición N°42, la sentencia sobre una Acción Civil promovida
por el Ministerio Público Federal en 1993 contra Veracel
Celulose –denominada entonces Veracruz Florestal– y los órganos ambientales
del estado (el Centro de Recursos Ambientales, CRA) y del
gobierno federal (Instituto Brasileño del Medio Ambiente, IBAMA).

La Justicia brasileña condenó a Veracel a restaurar, con vegetación
nativa, todas sus áreas comprendidas en las licencias de plantación de
eucaliptos emitidas entre 1993 y 1996. Esto significa que 96 mil hectáreas
de plantaciones deberán ser reforestadas por la empresa con árboles
de la Mata Atlántica, uno de los biomas más diversos del planeta
y más amenazados del mundo. Veracel también fue condenada a pagar
una multa de 12,5 millones de dólares estadounidenses por la
deforestación de áreas de Mata Atlántica entre los años1991 y 1993.

Por otra parte, Veracel fue multada en marzo de 2007 por el IBAMA en
250.000 dólares por hacer uso ilegal del herbicida Roundup de
Monsanto (glifosato) en 31,6 hectáreas de una zona de preservación
permanente. En diciembre del mismo año, la empresa fue multada
otra vez por el IBAMA en 225.563 dólares por impedir con plantaciones
de eucaliptos la regeneración de 1.203 hectáreas de Mata Atlántica.

No obstante, Veracel mantiene 7.428 hectáreas de plantaciones
alrededor de los Parques Nacionales de Monte Pascoal y Pau Brasil,
ignorando la exigencia de la Procuradoría y la norma legal que prohibe
plantar eucaliptos en una franja de protección de 10 km en torno a los
Parques Nacionales.

A pesar de estos hechos, Veracel obtuvo en marzo de 2008 el certificado
de buen manejo forestal, ambientalmente adecuado, otorgado por el
FSC (Consejo de Manejo Forestal) para sus plantaciones de eucaliptos.

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