domingo, 28 de agosto de 2016

Capítulo 2.6

GRANJEROS DE COLONIA FRENTE A ENCE


La decisión de Ence de trasladar su planta de celulosa para Conchillas
generó alarma entre los productores de Colonia, que propusieron
suspender la forestación en el departamento hasta la definición de una
reglamentación que limite sus efectos más problemáticos.


Con sensaciones fuertes y contrapuestas, desde la euforia hasta la desolación,
el pequeño y apacible pueblo de Conchillas recibió a comienzos de 2007 los
primeros efectos de haber sido elegido por la empresa española Ence para la
instalación de una planta de celulosa. Técnicos y asesores de Ence, políticos,
empresarios y periodistas, entre otros elementos foráneos, comenzaron a
bombardear a los lugareños con propuestas y preguntas que les hacían ver
que su forma de vida habitual experimentaría un cambio radical.

Conchillas fue fundado a fines del siglo XIX por la empresa inglesa Walker
& Co. con el fin de extraer arena y granito para la construcción del puerto de
Buenos Aires. La zona vivió un auge al abrirse en 1911 la Casa Evans, de
exportación e importación, que tuvo zona franca y barco: La flor del Uruguay.
Pero tras la crisis del imperio británico, todo fue vendido en 1951 a estancieros
uruguayos, quienes vendieron a su vez las viviendas a sus arrendatarios y
estos siguen siendo mayoría entre los 700 habitantes del poblado actual.

”El pueblo está en ebullición”, dijo un joven integrante de la Comisión de
Fomento que, sin esconder su orgullo, se sentía responsable por la suerte
de Conchillas y anticipó que iría a Fray Bentos a conocer la experiencia y ver
qué medidas se podrían tomar (sic). En su mayor parte, los pobladores sintieron
que les ‘cayó del cielo’ la oportunidad de revivir ese pasado de esplendor y,
según relatos recogidos en el pueblo, especulaban con los dólares que
obtendrían por la venta o alquiler de su propiedad a los ricos extranjeros.

En el otro extremo del espectro, con dudas y objeciones al proyecto de Ence,
estaban los productores de los alrededores del pueblo e incluso de más lejos,
dedicados a la ganadería y la agricultura tradicionales, así como a la quesería
artesanal, la apicultura y la producción orgánica características de Colonia.
Las inquietudes de este sector estaban centradas en dos aspectos, el probable
aumento de la forestación en el departamento por la cercanía de la planta
de celulosa y la vía de acceso de los camiones cargados con troncos.

Las dudas y expectativas se manifestaban en las reuniones organizadas
por representantes de Ence para explicar su propuesta. Mientras algunos
asistentes señalaban inconsistencias en la presentación o hacían preguntas
evidenciando su desconfianza, otros sostenían que “no hay que poner palos
en la rueda”. En algunas ocasiones, la tensión se descargaba con un
cerrado aplauso que coronaba una intervención de aprobación al proyecto.

Un vacío legal

La alarma entre los productores colonienses se desató ante el anuncio de
Ence, las fuertes ofertas de compra de tierras y al ver que no hay norma que
impida una forestación en gran escala en el departamento. El reglamento
de las evaluaciones de impacto ambiental, con la modificación de setiembre
de 2005, dispuso el requisito de Autorización Ambiental Previa (AAP) para
proyectos de más de 100 hectáreas. La posibilidad de que se llegue a forestar
una gran extensión sumando terrenos menores no requería una AAP.

”Por una cuestión de proximidad, se cae de maduro que van a querer forestar 
acá”, dijo Oscar Díaz, productor de Tarariras. Y relató que un ingeniero
español, ante una pregunta suya, afirmó: “Si no quiere quedarse rodeado
de eucaliptos, haga un buen negocio con la empresa y vaya adonde quiera”
.
Díaz contestó: “¿Qué hago con los dólares, si no tengo donde trabajar? Yo 
soy quesero artesanal, en Colonia tengo el intermediario, la conexión con
Montevideo, tengo todo. ¿A dónde me voy a ir? ¿A Tacuarembó?”


El proyecto presentado por Ence a la Dinama afirmaba que la madera
para la planta de Conchillas provendría del Este y del Litoral Oeste con un
‘foricentro’ en Colonia. Ence no necesitaba comprar más tierras sino,
como es usual en estos casos, contrata a productores locales, a los que
ofrece el servicio completo: desde los plantines, la siembra y el cuidado,
hasta la cosecha. Los propietarios de los terrenos seguirán siendo los
mismos de antes, pero de hecho se trata de una gran plantación
manejada por Ence.

Los productores preocupados iniciaron varias gestiones ante autoridades
ambientales del gobierno y la Dirección General Forestal (DGF). En una
reunión realizada en la Sociedad Agropecuaria de Tarariras, entre productores
y el director de la DGF, Andrés Berterreche, hubo un duro debate. Berterreche
opinó que “lo de la forestación en Colonia y el aumento del precio de la tierra 
es un mito” y que el aumento del precio de los campos en la zona se debía
más a los proyectos de soja y a emprendimientos turísticos o logísticos.

En Colonia había unas 7.000 hectáreas forestadas, en su mayoría de Fanapel,
anteriores a la Ley Forestal, y algunas plantaciones recientes. El cultivo de
soja en el departamento pasó de 254 hectáreas en el Censo de 2000 a 27.500
en 2005-06. Algunos productores acusaban perjuicios por los agrotóxicos de
la soja, otros no, pero donde había consenso era en el impacto de la forestación
sobre el agua. A la reunión de Tarariras concurrieron productores de Soriano
que desde hacía años estaban recibiendo el agua en camiones
cisterna de la intendencia.

El director de la DGF admitió que “hay que cambiar la reglamentación,
no tanto por Colonia, sino por Canelones y la zona de chacras alrededor de
las capitales departamentales”. Y agregó: “Además de las 100 hectáreas,
habría que establecer un porcentaje del total del predio, si supera una cifra
deberá solicitar AAP”. Para Berterreche, toda la agropecuaria debería tener
AAP, pero esto no se encuentra a estudio del ministerio.

Muchos productores de Colonia no se tranquilizaron con estas declaraciones
y respondían: “Por favor, apúrense a hacer la reforma, porque esto se 
nos viene encima”.

Parar la mano

Al final de la reunión en Tarariras, productores de otros departamentos,
representantes de organizaciones sociales, empresarios, trabajadores y vecinos
de la zona, apoyaron por unanimidad una moción presentada por el Movimiento
de Productores de Colonia, por la cual se reclamó al Gobierno Nacional, la
inmediata suspensión del monocultivo forestal. “Esto fue fundamentado con 
pruebas del daño que (la forestación) está provocando a la producción de 
alimentos y a los cursos hídricos”, decía el texto aprobado.

Paralelamente, en los días siguientes fue presentado en la Junta Departamental,
por el edil Sergio Bertón, del Partido Colorado, los ediles Richard Cáceres,
Gustavo Viola, Waldemar Fernández y Fredis Antúnez del Partido Nacional,
y Héctor Fripp, edil suplente del Frente Amplio, un proyecto de decreto. Allí se
proponía una suspensión transitoria de las autorizaciones de plantaciones
forestales con fines comerciales en superficies mayores de dos mil
quinientos metros cuadrados y menores de cien hectáreas.

”Queremos ver qué podemos cambiar en Colonia, pero el ‘nicho legal’ que 
tenemos es sólo de cien hectáreas para abajo, para arriba los evalúa la Dinama. 
Frente a una falta de legislación, porque Colonia no la tiene, proponemos
suspender transitoriamente las autorizaciones de forestación por 180 días y

trabajar en ese tiempo para legislar”, señaló Bertón. El director de la DGF
cuestionó el sustento legal de la propuesta realizada en el departamento
y dijo que, de ser aprobada, sería de muy difícil control.

En ese momento, el Intendente de Colonia, Walter Zimmer, del Partido Nacional,
manifestó su apoyo al planteo de los productores e incluso planteó que la
suspensión de la forestación en el departamento debería prolongarse
hasta la aprobación de la nueva Ley de Ordenamiento Territorial,
que se encontraba a consideración del Parlamento.

Los productores lograron apoyos en otros sectores de la sociedad local
que, en el contexto nacional, se caracteriza por una mayor homogeneidad en
términos socio-económicos y educativos e inclusive de conciencia ambiental.
Sin embargo, el movimiento ambientalista coloniense, que llegó a contar
con un grupo en cada localidad y experiencias pioneras de clasificación de
residuos domiciliarios, se encontraba en 2007 bastante desarmado.

La Iglesia Valdense, de importante peso en Colonia, no se mantuvo al margen.
El Sínodo, máxima autoridad de la iglesia, declaró en febrero de ese año que
“es imprescindible poner en el centro de la discusión los verdaderos problemas
de los que somos parte: la extensión de los monocultivos, la deforestación 
indiscriminada, el uso de transgénicos y agrotóxicos, la extranjerización de la 
 tierra, que no queden ocultos detrás de falsos enfrentamientos por conflictos 
que son apenas expresión de problemáticas mucho más graves”.

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