domingo, 28 de agosto de 2016

Capítulo 2.3

LAS PLANTACIONES NO SON BOSQUES


Los monocultivos de árboles a gran escala están generando graves
impactos sociales y ambientales. La oposición de las comunidades es
creciente, pero gobiernos, empresas y algunas organizaciones
internacionales continúan fomentando ese modelo forestal.


En un mundo traumado por la deforestación y el cambio climático, las
plantaciones de árboles son presentadas como nuevos “bosques”. Este
discurso no va dirigido a las poblaciones vecinas a las plantaciones, sino a
audiencias urbanas desinformadas que, inmersas en una cultura en donde
el papel y otros derivados de la madera se consumen en forma masiva, se
convierten en el principal sostén político de la industria forestal.

Otra materia prima barata

“Este modelo productivo no se basa en las necesidades materiales y
espirituales de la poblaciones locales, no se propone beneficiar a estas
comunidades ni al ambiente. Su interés es producir materia prima barata
para la industria papelera mundial, con el fin de asegurar el actual

sobreconsumo de papel y productos derivados, especialmente en el Norte”,
afirma el Movimiento Mundial por los Bosques (WRM, en inglés).

Fundado en 1986 por grupos ciudadanos del Sur y del Norte para defender
los bosques del mundo, el WRM lanzó en 1988 la primera campaña
contra los monocultivos forestales. “Las plantaciones no son bosques –
sostiene–, son agrosistemas uniformes, que substituyen a los ecosistemas
naturales y su biodiversidad, tanto bosques nativos (Chile y Brasil) como
praderas (Uruguay, etc.)”.

La expansión de monocultivos forestales se ha visto favorecida en los países
del Sur por varios factores: tierra barata, agua abundante y gratuita, bajo costo
de mano de obra, rápido crecimiento de los árboles, subsidios y el apoyo de
algunos organismos internacionales y de los bancos multilaterales
de desarrollo.

Entre sus impactos más notorios se encuentran: disminución del rendimiento
hídrico, cambio de la estructura y la composición de los suelos, alteración
de la abundancia y riqueza de la flora y la fauna, usurpación de los bosques
ocupados por pueblos indígenas, expulsión de campesinos e
indígenas de sus tierras y pérdida de sus medios de vida.

Las plantaciones forestales industriales ocupan más de 100 millones
de hectáreas en el mundo. Desde Brasil a Hawai y desde España al Congo,
comunidades locales y organizaciones sociales se están movilizando contra
este modelo.

Impactos y luchas locales

“Los pueblos indígenas Tupinikim y Guaraní han retomado las tierras
que les fueron robadas por Aracruz Celulose [gigante de la forestación y la
celulosa]… Otras comunidades locales y organizaciones de la sociedad
civil se han unido a ellos… [son] un símbolo de victoria para pueblos de
todo el mundo que están luchando contra empresas similares”.


La cita pertenece a la “Declaración de Vitoria”, emitida en noviembre
de 2005, en la capital del estado brasileño de Espírito Santo, por delegados
de organizaciones de África, Asia, América Latina, Europa y Estados Unidos
en la Reunión Internacional sobre Plantaciones organizada por el WRM,
FASE-Espírito Santo y el Global Justice Ecology Project.

En Vitoria nació en 1999 la Red Alerta contra el Desierto Verde, que
integró a un amplio grupo de ciudadanos, movimientos sociales, pastorales
e iglesias. En 2005 la red organizó movilizaciones contra las plantaciones
industriales de árboles en Brasil, que se extienden desde el norteño
estado de Bahía hasta el otro extremo en Río Grande del Sur.

En Chile, la Corporación Nacional de la Madera (Corma) ha calculado
que las plantaciones forestales llegarán a los 2,6 millones de hectáreas en
2010. Están previstas además tres mega plantas de celulosa con una inversión
US$ 3.100 millones. Una sola empresa, Celco, acumulaba 1,1 millones
de hectáreas en el año 2001, más del doble de la superficie que ocupaban
las comunidades mapuches en todo el sur de Chile.

“Lo que hoy es la segunda actividad más importante de la economía
chilena, el desarrollo forestal, no es conocido sólo por la publicidad que
hacen de él los empresarios, sino que es parte de uno los principales
conflictos sociales y políticos que vive hoy el país: la tensa relación entre
la población mapuche, el mayor pueblo indígena de Chile, y el Estado”
,
dice José Araya Cornejo, del Observatorio Latinoamericano de Conflictos
Ambientales.

En Ecuador, en la provincia de Esmeraldas, la empresa Eucapacific
está plantando miles de hectáreas de eucaliptos para ser exportados a
Japón. El 80% de la inversión fue aportada por el gobierno japonés, con el
argumento de que se trata de un proyecto “ecológicamente sustentable”
y que la plantación absorbería los gases de efecto invernadero generados
por la empresa Electric Power Development, una de las socias de
Eucapacific.

A poco de implantados los eucaliptos, se empezaron a notar sus impactos
sobre el agua, secándose los ríos. A eso se agregan las enfermedades
provocadas por el agua sucia y contaminada con productos químicos.
“Envenenaron el río y los camarones y pescados muertos apestan”, explica
Ivonne Ramos, de la ONG Acción Ecológica.

Arduo camino por delante

A pesar de las protestas y los estudios que corroboran los impactos,
las plantaciones no se detienen, e incluso cuentan con certificaciones del
Consejo de Manejo Forestal (FSC, en inglés). En su creación, el FSC se
propuso “promover el manejo ambientalmente apropiado, socialmente
beneficioso y económicamente viable de los bosques del mundo”.

“Las empresas se han fortalecido con el sello del FSC y las luchas locales
se han visto debilitadas… lo que justamente nunca ha sido la intención
del FSC”
, dice una declaración de entidades ambientalistas y sociales de
Alemania, Argentina, Australia, Camerún, Colombia, Chile, Ecuador, España,
Estados Unidos, Paraguay, Perú, Sudáfrica, Tailandia, Uruguay y Venezuela
que cuestionan la conducta del FSC.

A lo anterior se suma una nueva preocupación. La Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) informó en
2005 que 16 países, incluyendo Brasil y Chile, hacían ensayos en campo
con árboles transgénicos, la mayoría en Estados Unidos. China era el único
que tenía plantaciones comerciales.

Según el Dr. David Suzuki, genetista de renombre internacional,
“los árboles transgénicos tienen el potencial de transferir a cientos de
millas de distancia polen que lleva genes de rasgos como resistencia a
insectos, resistencia a herbicidas, esterilidad y lignina reducida, y tienen
el potencial de provocar un desastre en los bosques nativos de todo
el mundo”.


En Porto Alegre, en enero de 2003, durante el Foro Social Mundial, fue
lanzada la Red Latinoamericana contra los Monocultivos de Árboles, dirigida
a crear alianzas cada vez mayores para enfrentar la expansión de las
plantaciones. La red coordina acciones de organizaciones de Argentina,
Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, El Salvador, Honduras,
Paraguay, Uruguay y Venezuela.

La forestación ocupa los mejores campos


El veterinario y criador de ganado de Tacuarembó Rafael López Lucas
vendió su campo en Rincón de Zamora y se fue a Laureles de Achar,
una zona de basalto, en donde no hay plantación de árboles. He aquí
un extracto de sus opiniones sobre la forestación:
“Después de veinte años de trabajo creo que, si de algo sé, es de vacas
y ovejas. Lo que puedo decir, con total propiedad, es que los mejores
campos, criadores, de nuestra zona se han forestado. El verso que nos
hicieron, que se iban a forestar los campos de peor calidad, no se cumplió. 
Me refiero, por ejemplo, a Estancia La Selva, en Rincón de Zamora, que
poseía campos criadores de vacunos espectaculares, que desaguan en el 
Tacuarembó Grande y que ahora van a contaminar este río. En Puntas 
de Clara, en la zona de Clara, campos excelentes para criar vacunos. 
En Puntas de Carretera, zona forestada, campos excelentes,
sin una piedra, para criar vacunos.”

“El campo que yo tenía soportaba una dotación de un vacuno adulto
por hectárea, me fui a Laureles de Achar y no sé qué hacer con el
ganado que me llevé porque viene una sequía y tengo que salir disparando.
Ya hoy, con la sequía que hubo en el otoño, mi campo no tiene
forraje. Ando con el 30% del ganado que tenía, girando de campo en
campo. Cada vez se cierra más el círculo y no conseguimos más, es
muy grave. Los campos que eran recurso de verano, que permitían
soportar sequía, son los campos que están forestados. Abajo del pino
no crece nada y abajo del eucalipto tampoco.”

“Lo más grave es que le están quitando al Uruguay, sin estudios
previos, miles y miles de hectáreas de gran productividad ganadera,
justo cuando tenemos la tecnología, Ahora tenemos la tecnología para
explotar esos campos porque antes, hace 20 o 30 años, se morían los
animales por tener mucha lombriz. Pero hoy, esos campos, si uno los
maneja bien, no tienen pérdidas. Esto es lo que más me preocupa
porque, además, esos campos no son recuperables para la ganadería
nunca más.”

“Los pueblitos como Cerro del Arbolito –fue donde viví diez años y vi
todo el proceso-, se murieron, porque antes tenían la esquila, los
alambrados y ahora no tienen nada. Los productores que yo conocía
en esa zona están en la ciudad, se fueron todos, por 800 a 1000

dólares la hectárea vendieron todo.”

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